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de profesión incierta

Oído en el bus

Dos señores mayores

–Será ignorante... Me viene con que si Dios p'arriba, que si Dios p'abajo, ¡Cómo le han comido el tarro! Dios, Dios... ¿Pero tú crees, inútil, que existe Dios? ¿Se iban a morir entonces tantas criaturicas inocentes de un tiro o de cualquier otra cosa? ¡No me jodas, hombre!

–...

–Mira, yo he leído mucho la Biblia, me gusta leerla, ¿sabes? Me gusta ver como se contradice sin parar, que en un sitio dice una cosa y en el otro, la contraria. Es un cachondeo... Todo contradicciones, que te lo digo yo. La leo mucho.

–Bueno...

–El otro día venía en el periódico todo lo de la Semana Santa, que salían allí todos los de las cofradías y tal y dije: "Voy a ver si veo a éste", pero no te vi...

 

 

Un señor mirando por la ventanilla

–Qué raro... Es muy raro ver a un negro fumando.

 

 

Dos señoras

–¿Tu madre, qué tal?

–Pues de todo bien menos la cabeza.

–Mira, la mía, al contrario. La cabeza muy bien pero todo lo demás, fatal.

–¿Qué años tiene la tuya?

–Noventa y cinco.

–La mía noventa y tres.

–¿Y qué pasa, que ya no rige?

–El otro día vi unas flores muy bonitas y dije: Bah, le voy a comprar unas flores a mi madre (cosa que no suelo hacer, la verdad) y cuando llego a casa y me ve, me suelta: ¡Anda, ¿ya me he muerto?!

 

 

Una señora

–Vivía para trabajar, todo el día en la panadería, que se levantaba a las cuatro de la madrugada y estaba hasta las cuatro de la tarde sin parar. Y después, en casa, se ponía a bordar con una luz mortecina que se dejaba los ojos. Y las casas que tenía, que ella misma iba a cobrar el alquiler con un cinturón con bolsillo y ¡venga a meter dinerico! Yo no sé lo que tenía pero, vamos, una millonada. Y viviendo en esas condiciones, como una pobre, con lo que tenía, que en el buen tiempo, cuando salía a bordar a la puerta de la calle con una silla de anea, no se ponía ni un mal cojín...

Pues, un día le dije: "Pero mujer, deje de trabajar tanto y váyase alguna vez de vacaciones" y me dice: "¿Y dónde voy a ir yo?" y le digo: "Yo qué sé, a cualquier sitio, a hacer turismo, que hay muchas cosas bonitas que ver en este mundo" y me dice: "¿Sabes lo que pasa? Que yo sé hacer pan pero no sé mirar. No sé mirar. ¿Y para qué voy a ir a ver nada si no sé mirar?"

 

 

En la exposición de Picasso, en el Palacio de Sástago

–¡Anda, si es una flor! Qué chuli...

 

 

Una joven

–Yo dije, ¿me he vuelto loca o le están echando a mi padre el ternasco hirviendo por encima? Oye, que estaba sirviendo así, con una bandeja cuadrada, y le estaba cayendo todo el ternasco en la espalda a mi padre. Oye, ¡y mi padre tan tranquilo, como si no pasara nada! Y estaba abrasando y él, tan tranquilo.

 

 

Una señora

–Se asomó al cristal y yo que vi la cara tan cerca, me pegué un susto que di una vuelta sobre si mismo.

 

 

Dos señoras mayores

–Esa mocica, mira que huele bien. ¡Así, así me gustan a mí las mocicas, que huelan bien!

–Jejeje...

 

 

Una señora y un señor

–El otro día vino uno de sus hijos por el bar.

–¿Ah, sí?

–Ya sabe que tiene dos hijos que son iguales.

–Mujer, iguales, iguales...

–Iguales. Los puedes distinguir si están juntos, entonces, sí, pero si no...

–Bueno...

–Pues, eso, que vino por el bar y le dije: Pero, ¿tú quién eres, el de Añón o el de Litago? Y si le digo la verdad, en este momento no recuerdo qué me contestó.

 

 

Una señora

–Como siempre, pagaremos pobres por pecadores.

 

 

Dos señoras

–Es tremenda. Ya sabes el genio que tiene su padre y la mielsa que tiene su madre... Bueno, pues el otro día, su madre ya no podía más y le pegó un berrido: "¡¡Te voy a dar un par de bofetadas que te vas a enterar!!", y le contesta: "Mamá, por favor, no imites a papá que es peor, sé tú misma".

–¡Jajaja! ¿Y qué tiempo dices que tiene?

–¡Cinco años!

 

 

Tres ancianas

–Pues, tú serás de la edad de mi hermana, ¿o qué?

–No sé, depende...

–El siete.

–¿El qué?

–El siete.

–Quiere decir que tiene setenta y siete.

–¡Ah! Pues entonces, mes arriba, mes abajo, sí que somos de la misma edad, sí.

 

 

Una niña, su madre y su tía

La niña –¡Mamá, mira, la canción que te gusta!

La madre –Pásame los auriculares.

La niña –Toma.

La madre –Sí, esta es, esta... Toma, mira.

La tía –A ver...

La madre –Es que no hago más que escucharla y me vuelvo loca.

La niña –Y antes de oírla, también.

 

 

Una señora y un joven

–Es que llamé a Kiko...

–¿Qué Kiko?

–Kiko es el argentino que me hace las chapuzas en casa.

–Ah, que no sabía...

–Bueno, pues, eso, que llamé a Kiko, que siempre ha sido muy formal, y me dijo que sí, pero quedamos a la vuelta de vacaciones y le llamé y no me cogía el teléfono. Total, que al final me lo cogió y me dijo que es que tenía la furgoneta en el taller y que sin furgoneta no podía cargar el material, claro...

–¿Pero no compraste tú la pintura?

–Ya, pero la escalera y eso... ¡Yo qué sé! Total, que quedamos que me llamaría por la noche para decirme si ya tenía la furgoneta y yo esperando como una tonta y no me llamó. Así que le llamé por la mañana y me dijo que no me había podido llamar porque se le hizo tarde y que él no podía pero que al día siguiente vendría un amigo suyo...

–Que jeta, ¿no?

–Ya. Pues, espera. Que me llama por la noche el otro, su amigo, y me dice que es que al día siguiente tiene que hacer unos papeles a las doce y que ya vendrá por la tarde. Y yo le dije que ni hablar, que viniera a las ocho y se fuera a las doce y ya serían cuatro horas, que algo podría hacer.

–¿Y fue?

–Sí, a las nueve, sin nada. Y le digo ¿no lleva escalera?, porque ya ve la altura de techos que hay en esta casa, y dice, no, es que ahora voy a aparcar bien... El caso es que no llevo suelto para echar... ¿Me puede dejar cuatro euros?

–¿Y se los dejaste?

–¡Hombre, claro! Pero que dije, pues, vaya, ya viene pidiendo. Total que vuelve... ¡Y en vez de escalera llevaba una banqueta como de bar, forrada de skay!

–¡¿Qué me dices?!

–Me dio pena, claro... Menos mal que yo tengo una que no es muy buena pero que le hizo papel. Total, que ya se pone a pintar...

–¿No te plasteció ni nada?

–¡¿Qué dices, plastecer?! Si no debía de saber qué es eso... Bueno, pues veo que se pone a pintar el techo con un pincelico y le digo, ¿no sería mejor un rodillo o una brocha? Y me dice, es que entonces tengo que estar subiendo y bajando de la escalera...

–¿Cómo que subiendo o bajando, dónde tenía el bote?

–Oye, que no sé, que me estaba poniendo de los nervios y me fui a la otra punta de la casa. A las doce se fue y sólo había empezado a pintar el techo y volvió a las tres y cuando se fue a las nueve, aún le faltaba un trozo para terminar. Es verdad que ese techo, con las escayolas es un coñazo, pero dije, a este paso, esta semana éste no acaba. Llamé a Kiko y le dije, vaya maula que me has mandado.

–¿Y qué te dijo?

–Nada. Y al día siguiente le digo al otro que hay que pintar las puertas y me dice que de eso nada, que Kiko de eso no le había dicho nada. Así que dije, ya sé lo que me toca...

–Pagarlas aparte, claro. ¿Te cobró mucho?

–Treinta y cinco cada una. Pintó dos pero, por no tenerlo más en casa le dije, déjelo que las otras ya las pintará mi sobrino, que es cuando te llamé para que vinieras porque es que ha sido...

–Sí, estabas descompuesta.

–Es que no sabes lo que ha sido...

–Me lo imagino.

–Yo creo que este pobre hombre no había pintado nunca en su vida.

–Eso, seguro... ¿Sabes lo que me ha dicho?

–Es verdad, que contigo ha estado hablando un rato.

–Me dice, estoy harto, ya no puedo más, llevo tres días oliendo a pintura.

 

 

 

Una señora

–La verdad es que este año no hemos tenido prácticamente verano.

 

 

Un señor de cierta edad

–Entramos en el bar y resulta que había un grupo de fachas hablando de lo bien que estábamos con Franco, que si esto, que si lo otro, a voz en grito para que les oyésemos todos bien y le dije a este: Oye, vámonos, que esto no hay quién lo aguante, y dice él: Tienes toda la razón, vámonos, y cuando ya salíamos se vuelve y les dice: ¡Lo malo del Caudillo es que se murió demasiado joven y de repente!

 

 

Una señora

–No, pueden cuidarla entre su madre y su tía, de momento... ¡De momento, luego ya veremos! Está todo tan reciente... Ahora, a ver como transcurren...

 

 

Una señora bajo la lluvia

–Yo debo tener una pila que repele el agua porque nunca me mojo.

 

 

Dos señores

 

- ¿Tú también le tienes que poner a tu hija lo que quiera de música en el coche?
- No tío, yo no escucho esas mierdas, a mi me gusta el rock, yo pongo la COPE.

 

Dos señores

–El otro día estuvimos en el Liceo...

–¡Ah! ¿Qué visteis?

–No, estuvimos de visita guiada. Nos enseñaron todos los entresijos....

–Sería interesante.

–Pues, sí, estuvo muy bien. El caso es que nos explicaron que para tener el escenario que sube y baja necesitan un foso de 24 metros y el nivel freático está a 9 metros.

–¿Y cómo...?

–Pues, nada, que dejan que se inunde el foso y tienen un sistema para recoger el agua y con ella riegan Montjuic.

–Anda...

–Lo gracioso es que había un crío pequeño y cuando oyó que con el agua que sacan del Liceo riegan Montjuic, dijo: ¡Ah, por eso las fuentes de Montjuic tienen música!