Una señora
–Vivía para trabajar, todo el día en la panadería, que se levantaba a las cuatro de la madrugada y estaba hasta las cuatro de la tarde sin parar. Y después, en casa, se ponía a bordar con una luz mortecina que se dejaba los ojos. Y las casas que tenía, que ella misma iba a cobrar el alquiler con un cinturón con bolsillo y ¡venga a meter dinerico! Yo no sé lo que tenía pero, vamos, una millonada. Y viviendo en esas condiciones, como una pobre, con lo que tenía, que en el buen tiempo, cuando salía a bordar a la puerta de la calle con una silla de anea, no se ponía ni un mal cojín...
Pues, un día le dije: "Pero mujer, deje de trabajar tanto y váyase alguna vez de vacaciones" y me dice: "¿Y dónde voy a ir yo?" y le digo: "Yo qué sé, a cualquier sitio, a hacer turismo, que hay muchas cosas bonitas que ver en este mundo" y me dice: "¿Sabes lo que pasa? Que yo sé hacer pan pero no sé mirar. No sé mirar. ¿Y para qué voy a ir a ver nada si no sé mirar?"
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