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Conejo

Conejo

Dentro del libro El elefante del visir, publicado por Xordica, del que les hablé más abajo, encuentro otro somarda, en este caso serbio.

Tiene montado un negocio de baños en el río Sava, presidido por un rótulo que dice: ESTO TAMBIÉN PASARÁ.

Los clientes le preguntan por el significado del letrero pero Stanko, que así se llama el serbio, no suele responder. Y dice el autor:

Y, si responde, es todavía peor. Una vez un bañista pelirrojo y delgado, con acento checo, se puso pesado y no paraba de preguntar qué significaba y para qué servía el extraño letrero.

–Para que se sepa que todo pasa –dijo el patrón Stanko, desganadamente.

–Pero eso lo sabe cualquier persona sensata.

–Lo saben los sensatos, pero esto es para los estúpidos que preguntan.

 

 


El elefante del visir

El elefante del visir

En este libro de Ivo Andric, editado por Xordica, encuentro la descripción de un comerciante bosnio que coincide perfectamente con la de un somarda aragonés:

Tiene fama de gran bromista, de ser ingenuo, inofensivo, sabio e impertinente, un hombre que sabe y puede decir cosas que otros no quieren y hacer lo que otros nunca harían; y del que nunca se sabe con certeza cuándo se ríe de todo el mundo y cuándo deja que otros se rían de él, cuándo dice la verdad bromeando y cuándo bromea con lo que otros llaman verdad.

 

 

Queronea

Queronea

Esto es lo que dije, más o menos, en la presentación de aquí abajo:

Me da cierto apuro presentar un comic porque no soy ningún especialista en la materia. Los he frecuentado poco, por la sencilla razón de que me cuesta entenderlos. No son tan complicados, podrán decir ustedes. No, claro, generalmente no son muy complicados. Más complicados son algunos libros que he leído, y muchos otros que no me he animado a leer, pero en el comic hay que hacer dos cosas a la vez: mirar y leer. Y no es tan fácil. Por lo menos, para mí.

 Sin embargo, acepté el encargo de Daniel, porque me gustaron los dibujos de Laura, y porque, a estas alturas de la vida, me llena de orgullo y satisfacción saber que los jóvenes aún tienen algún interés en lo que yo pueda decir.

Tengo que reconocer que, nada más aceptar el encargo, tuve la impresión de que me había precipitado. Los dibujos tenían mucha fuerza, sí, pero la cosa iba de una batalla, la de Queronea, precisamente, y a mí la épica me echa un poco para atrás. Será porque lo mío es la sátira. O porque, como decía el poeta “la música militar, nunca me hizo a mí levantar”, si exceptuamos los nueve meses que me chupé de mili.

La épica me echa para atrás pero, cuando tuve mi ejemplar de Queronea en la mano, comprobé con alivio que el trabajo de Laura no era épico sino elegíaco. O eso me pareció a mí. Ya me corregirá si me equivoco.

Entonces me di cuenta de que la complejidad de su tebeo me iba a poner la presentación bastante más difícil de lo que yo pensaba.

Laura sabe cosas impropias de su edad. Y siento repetirme, porque lo mismo le dije a la escritora Irene Vallejo, a la que le ilustré un cuento basado en una obra de Luciano de Samósata.

Plutarco, Luciano… los clásicos, ya saben.

No tengo la culpa de repetirme: Es que las chicas son guerreras. No me imagino a mis exalumnos machos leyendo esas cosas.

 

Bien: Queronea.

El nombre me sonaba. Por cierto, ¿se pronuncia así? No he estudiado griego. Tampoco he leído a Plutarco. Como verán, acumulo méritos más que suficientes para no ser el presentador de Laura.

 Queronea. En la cubierta, ocho letras estampadas en barniz sobre el casco de Filipo de Macedonia. Debajo, en la penumbra, los ojos del guerrero fijos en nosotros. Entonces, ¿el protagonista es Filipo, dirigiendo la batalla de Queronea? Pues, no, no es tan sencillo. Filipo de Macedonia, es el narrador. Puede tener cierto protagonismo, qué duda cabe, pero sobre todo, es el narrador.

Volvamos a la cubierta, a los ojos de Filipo, a la mirada de Filipo… ¿Hasta qué punto es la mirada de Filipo y no la mirada de Laura, que es quien los ha pintado? ¿Y qué pinta en esa mirada Plutarco? ¿Cuántas de las reflexiones de Filipo son reflexiones de Laura?

Frente a la mirada de Filipo está nuestra propia mirada de lectores y los versos de Machado:

El ojo que ves no es

Ojo porque tú lo veas;

Es ojo porque te ve.

 

Hipnotizados por esa mirada que no sabemos de quién es exactamente, abrimos el tomo y nos encontramos con la inscripción del frontispicio del Templo de Apolo en Delfos, que podemos resumir así: Conócete a ti mismo.

Laura juega fuerte y, al mismo tiempo, nos da una pista de sus intenciones. No va a contarnos batallitas.

 

En las siguientes páginas, unos dibujos que siguen los patrones de la cerámica griega, nos narran la incapacidad de Creso para interpretar el Oráculo de Delfos. Y es que los dioses nos exigen conocernos a nosotros mismos, pero hacen todo lo posible para que no lo logremos. Así nos va, claro.

 

Aún no se ha consumido Craso en la hoguera y ya resuena la voz de Filipo, al frente de su ejército.

La estética sufre un cambio tan brusco como la historia. Del clasicismo más exquisito, pasamos al expresionismo furibundo, hecho de una gestualidad en el trazo y un colorido de tonos pardos y dorados, que más recuerdan la Grecia de Passolini (Edipo rey y Medea) que las filigranas de 300.

A veces, no hay nada como la brocha gorda para hilar fino.

¡Ay, esos caballos con aspecto de bull terrier! Laura se ha encargado de demostrar, en las páginas dedicadas a Creso, que no tiene ningún problema para dibujar un caballo como los dioses mandan, como si no lo hubiera demostrado ya en Zilia. Pero aquí, en Queronea, con premeditación y alevosía, convierte a los caballos en auténticos torpedos de la pradera.

 

Por un momento –en unas páginas, quiero decir– Filipo y la batalla de Queronea parecen alzarse como los protagonistas de la historia, pero no hay que engañarse: la verdadera protagonista de esta historia de hombres sin mujeres, es la naturaleza humana. Sea lo que sea semejante cosa.

 

En medio de la batalla y de la mano de Alejandro, el hijo de Filipo, mucho más famoso que su padre, llegamos hasta las líneas enemigas. Concretamente, al punto en el que resisten, sin esperanzas de sobrevivir, los 300 guerreros del Batallón Sagrado de Tebas.

Por encima de la batalla, en ese cielo que, según dice Laura en los extras que nos regala al final, recuerda a una tormenta que se aproxima, Filipo rememora su infancia como rehén en Tebas y su relación filial con los miembros del Batallón Sagrado, al que ahora se enfrenta.

Y aquí, pudorosamente, mientras la voz del narrador nos explica las peculiares características sexuales del Batallón Sagrado, compuesto de veteranos amantes y de novatos amados, las imágenes nos muestran al niño Filipo abocetando estrategias guerreras, lo que da un aspecto de absoluta normalidad a lo que se nos está contando.

 

Así las cosas, de vuelta al fragor de la batalla, Laura nos planta en medio de la eterna lucha entre Eros y Tánatos, en su sentido más freudiano. Y digo freudiano porque, en la Antigua Grecia, Eros era el dios que presidía el amor entre hombres, de forma muy adecuada a esta historia, mientras que Tánatos era el dios de la muerte sin violencia, cosa que no encontramos en Queronea, precisamente.

De vuelta al fragor de la batalla, decíamos, entre la crueldad, el barro y la sangre, Filipo (o Laura) se plantea preguntas de este calibre: ¿El amor nos hace fuertes o débiles? ¿Nos ata al mundo y al tiempo o nos libera de su tiranía? ¿Nos hace humanos o dioses?

 

El dintel de una puerta, por la que vemos la inmensidad del universo pero, qué según y como se mire, puede parecer el monolito de 2001, nos conduce de nuevo a los recuerdos de Filipo y al origen de los conflictos morales contra los que también batalla en Queronea.

 

Al final, entre los sanguinolentos despojos de la batalla, entre esos ojos arrancados por los buitres, que ya sólo son ojos porque los vemos, Filipo, el vencedor de Queronea, se siente tan derrotado como Creso.

Reteniendo las lágrimas, sigue reflexionando sobre el tiempo y la memoria en un espacio cada vez más inmenso, vacío y misterioso.

Decía Octavio Paz que el cine de Luis Buñuel era filosófico. Me atrevo a decir que este comic de Laura Rubio también lo es.

Por si no ha quedado bastante claro con lo que acabo de contar. 

 

 

 

INCERTIDUMBRE

INCERTIDUMBRE

Este es el texto que preparé para presentar el libro de Paco Inclán. Si quieren conocer, aproximadamente, sus respuestas a mis preguntas, lean el libro. Me agradecerán la recomendación.

 

En aquellos tiempos, en los que yo trabajaba como diseñador e ilustrador y existía Sansueña, Industrias Gráficas, sus propietarios, Paco y Stella, me decían:

–Eres una de las personas a la que más cosas le pasan.

–Es que las cuento– me disculpaba yo.

Bien: Pues a todo hay quién gana.

Permítanme que les cuente una cosa que me pasó hace año y medio, más o menos. Viajaba con Emilia a Madrid, para ver al Ballet Nacional de España, y en el tren nos encontramos con Víctor y Jessica, los editores de Jekyll & Jill, que también iban a Madrid para presentar el último libro que habían editado: Tantas mentiras.

–Está muy bien. Si podéis venir…

–¿A qué hora es?

–A las siete.

–¿Dónde?

–En La Buena Vida. Está al lado del Teatro Real.

–Vale.

Por la tarde, llegamos a La Buena Vida antes de tiempo.

–Por favor, ¿la presentación de Tantas mentiras?

–¿Cómo?

Tantas mentiras, es el título de un libro editado por Jeckyll & Jill

Aún no sabía el nombre del autor. Tras varias consultas entre los encargados, recibimos la información:

–Ah, sí, arriba.

Subimos y como en aquel momento empezaban a colocar las sillas, volvimos abajo y hojeamos libros durante un buen rato.

–Ya pueden subir.

–Muchas gracias.

Éramos los primeros. La cosa se retrasaba y decidimos sentarnos en la última fila, por si teníamos que salir antes de que terminara el acto para llegar a tiempo al Teatro de la Zarzuela. Estábamos solos. Le comenté a Emilia que me sentía como Buster Keaton en Las siete ocasiones, cuando va a la iglesia a esperar que alguna novia acuda respondiendo al anuncio que ha puesto en el periódico: “Joven millonario necesita esposa para casarse esta tarde”. Sólo que él se sentaba en la primera fila y nosotros en la última.

De pronto, descubrimos que no estábamos tan solos. En el otro extremo de la sala había un señor, grande, barbudo y melenudo, que deambulaba parsimoniosamente entre la mesa y el balcón. En la mesa ordenaba papeles, en el balcón miraba el sol de la tarde y juraría que de vez en cuando nos miraba a nosotros de soslayo. No me atrevo a afirmarlo porque no sé muy bien el significado de “soslayo”. Su aspecto no era nada tranquilizador. Pasé de estar en la película de Keaton al cuento de Cortázar en el que el único pasajero de un autobús ve como el conductor, en cada semáforo rojo, intenta llegar hasta su asiento con intenciones asesinas. Es lo que tiene entrar en las librerías, que es contagioso. Es lo que tiene intentar plagiar a Paco Inclán, que es imposible.

Empezó a subir gente, se llenó la sala y comenzó el acto. El señor barbudo y melenudo era el presentador, Nacho Fernández, de Literaturas.com, y se dedicó a hacer preguntas al autor, Paco Inclán. Ahí, en sus respuestas, descubrí, disculpen mis pretensiones, que éramos barbas gemelas.

Puedo demostrarlo: Este libro, por ejemplo, se titula Incertidumbre; el título de mi blog es, desde hace ocho años, de profesión incierta, fórmula que ya utilicé para firmar un librito en 2005, que había perpetrado mucho antes.

Yo soy escueto de nacimiento. Paco Inclán, también. De hecho, esta es la dedicatoria que me dedicó en Tantas mentiras: “Para, cano”.

A lo largo de sus textos, repite insistente que se siente un INTRUSO. Lo mío fue nacer y sentirme fuera de lugar. Ahora mismo, por ejemplo. ¿Qué hago yo aquí presentando este libro? ¡Anda que no hay escritores o catedráticos en esta ciudad que podían haberlo hecho mejor que yo! Imagínense que presentación haría un catedrático de filología hispánica diferenciando la incertidumbre como sustantivo y lo incierto como adjetivo. O rastreando sistemáticamente las complejas relaciones entre el arte y la vida en el anecdotario de Paco Inclán.

En cambio, yo sólo puedo ahondar en las incertidumbres hasta volverles locos. Perdonen las molestias.

¿El intruso nace o se hace? Nace, ya lo he dicho. Es curioso, naces intruso y lo siguiente es hacerte periodista, artista o lo que demonios seamos nosotros. Imagínense como se siente uno en la mayoría de situaciones. Sólo con que un funcionario te pregunte: “¿Profesión?”, ya estás perdido.

 

Luego (sigo hablando de barbas gemelas) están las lecturas coincidentes. Paco, en Incertidumbres, cita el Viaje sentimental de Laurence Sterne. En mi último libro, Breve antología universal del humor aragonés, yo también lo cito. Paco cita El antropólogo inocente y yo no lo cito porque perdí mi biblioteca en un divorcio y mis recuerdos del libro se confunden con las historias que me contaba Roberto Miranda de sus tiempos como misionero en Burundi.

En fin, La sociedad del espectáculo, por supuesto, otra lectura fundamental.

Paco Inclán no cita a Buster Keaton, mi santo patrón, pero su espíritu sobrevuela estas páginas. La misma habilidad para meterse en líos y la misma constancia y perseverancia para salir airoso de ellos.

 

Que conste que he dicho lo de las barbas gemelas desde el respeto y la admiración más profunda.

En primer lugar, desde la admiración al escritor. Leyendo a Paco Inclán, siempre tengo la sensación de que utiliza el tono justo, el que mejor se corresponde con lo que está contando, un tono que va directo al grano, lo que no está reñido, más bien al contrario, con una inteligente ironía y una lengua sin pelos.

Lo digo, también, lo de las barbas gemelas, desde le respeto y la admiración que, como simple turista, he profesado siempre al auténtico viajero. En este caso, más que admiración puede ser envidia cochina.

Y lo digo también, desde el respeto y la admiración que tengo hacia los que han leído a Guy Debord y lo entendieron mejor que yo.

 

Podría seguir pero no quiero aburrirles a ustedes, que les conozco como público aragonés, poco proclive a soportar todo lo que suene halagador y laudatorio. Está en nuestra naturaleza.

 

Creo que es mejor que pasemos ya a las preguntas que tengo preparadas para Paco: Todo lo que usted quería saber sobre la Incertidumbre y nunca se atreverá a preguntar.

¿Por qué he decidido este formato de preguntas y respuestas en esta presentación? Pues, porque he asistido a muchas cenas y comidas con autores tan importantes o más que don Paco, en las que me he quedado con las ganas de escuchar lo que podían decir, porque la conversación ha derivado inevitablemente hacia los problemas del claustro de profesores que les invitaba.

También, porque el libro de Paco Inclán es una maquinica de suscitar preguntas. Ya lo verán cuando lo lean, si es que aún no lo han hecho. Siempre sabe a poco y te quedas con las ganas de saber algo más. Lo que es verdad y lo que se inventa, por ejemplo, aunque él presume de que todo lo que cuenta es verdad. Gracias a los editores, que me invitaron a presentarlo, ahora tengo la oportunidad de saber algo de ese algo más.

Con este formato de preguntas, de todas formas, corro un grave peligro. En la página 180, Paco cita a Peter Handke:

“Cada vez que en mi vida he comenzado a hacer preguntas a alguien he perdido mi sustancia o toda la sustancia a secas”.

Así que las primeras preguntas, para saber qué es exactamente lo que me estoy jugando, son:

–¿Qué quiere decir Peter Handke? ¿Qué sustancia? ¿Puede perder la sustancia un sinsustancia como yo?

 

Segunda pregunta. La que todo el mundo se está haciendo desde que hemos empezado: ¿Es usted familia de Valle?

 

Tercera pregunta. Volvamos al libro. El contenido de este libro es continuación del anterior, Tantas mentiras. ¿Por qué en su aspecto físico son tan diferentes? No sé si es una pregunta para el autor o para el editor. ¿Es que es más barata la tapa dura que una ilustración de Víctor Coyote?

 

Las siguientes preguntas se corresponden con los sucesivos capítulos o relatos. El primero se desarrolla en Armagh, capital del condado de Armagh, en Irlanda y trata de fútbol. Gaélico, para más señas. A mí no me interesa nada el fútbol, pero eso no tiene ninguna importancia porque la historia no va de fútbol gaélico, si no de amores imposibles y de odios posibles y enconados. De todas formas, mi pregunta, por pura curiosidad, es, ¿qué diferencia hay entre el fútbol español y el gaélico?

 

Tengo que decir que en este primer relato, ya aparece la palabra “infltrado”.

Tengo que decir, así mismo, que el autor propone, para escribir quizás algún día, un “catálogo de besos que nunca daremos” que suena muy prometedor. ¿Sigue viva la idea?

 

El segundo relato transcurre en Formentera, donde Paco pasa unos días huyendo de las Fallas. Con tanto viaje, ¿está usted huyendo de Valencia en general?

 

Con estas preguntas, intento no destripar ninguno de los relatos que componen el libro pero, en éste precisamente, en la segunda página, el autor ya nos explica de qué va: de una reunión de homosexuales en Formentera para estudiar la figura de Julio Verne.

Le haré algunas preguntas muy indirectas y el que quiera saber más, que se compre el libro. Después de su experiencia en Formentera, ¿ha cumplido su viejo proyecto de visitar los aparcamientos de la playa del Pinedo o ya tuvo usted bastante?

¿Debemos entender que la relación entre Phileas Fogg y Passepartout, en La vuelta al mundo en ochenta días, es la misma que la que mantienen Batman y Robin?

¿Ha sabido algo de Isaac?

 

En el siguiente relato, Paco se llega hasta Alcobendas para entrevistar al ganador del concurso para poner letra al himno de España, siete u ocho años después de que todo quedara en agua de borrajas.

Paulino Cubero escribió:

“¡Viva España!

Cantemos todos juntos

Con distinta voz

Y un solo corazón”.

A propósito de cómo acabó la cosa, Paco cita a José Hierro:

“Después de todo, todo ha sido nada”.

Al final de la entrevista, Paulino Cubero dice:

“Solo la nada nos sobrevivirá”.

Parece como si Paulino Cubero fuera más poeta hablando que escribiendo.

¿Nos puede decir algo al respecto?

 

Paulino Cubero pasa de todo lo que le pueda contar su entrevistador. No es el único en el libro que va a lo suyo. Son varios los que hablan sin hacer ningún caso de las réplicas de sus interlocutores. En otros episodios, el autor también pasa de lo que le puedan contar los entrevistados a los que, en muchos casos, considera unos auténticos pelmazos. Temo que don Paco pase también de lo que pueda decir yo. A este respecto, no hay más preguntas. Sigamos.

 

El siguiente episodio se desarrolla en el Sáhara. Si me permiten, me callo lo que pasa allí y les hablo de mi tío Joaquín.

Mi tío Joaquín vivía en Melilla, era caballero mutilado, (una bomba le arrancó un brazo durante la guerra) y venía a Zaragoza para las Fiestas del Pilar. Después de comer, eructaba con gran regocijo de sus sobrinos (mis hermanos y yo) y decía: Ahamdulillah.

Don Paco, ¿qué puedo pensar, después de leer su libro, de mi tío Joaquín? ¿Lo hacía sólo por fastidiar a mi madre?

 

En el siguiente episodio, pasamos del calor del Sáhara a los fríos de Islandia. El autor atraviesa una ventisca de nieve para entrevistar a un escritor islandés y casi muere en el intento. Lo que descubre al llegar a su destino, le hace sentirse tan ridículo como para decir:

–No sé si algún día le contaré a alguien esto.

A continuación, no solo lo cuenta sino que lo escribe y lo publica en un libro de tanto éxito y con tanta difusión como éste.

Es un episodio con el que me he sentido plenamente identificado y si me preguntan en el turno de preguntas, les contaré por qué.

Ahora bien, y esta es la pregunta, ¿por qué acabamos contando cosas que en un principio nos avergüenza que se sepan?

 

De Islandia volvemos a África, a Guinea concretamente, para conocer a un albañil valenciano, José Ángel, un figura que, como Paulino Cubero, pasa olímpicamente de lo que digan los demás, incluído don Paco. José Ángel está tan integrado en su nuevo país, que hasta se identifica con el sentido del humor guineano, al parecer, muy diferente al de don Paco.

¿Por qué cree usted que hay tantas diferencias entre el sentido del humor de unos países y otros? ¿O entre unas comunidades autónomas y otras? Los aragoneses, por ejemplo, siempre pensamos que los catalanes no entienden nuestro sentido del humor. ¿Por qué? ¿Cómo puede haber un somarda como usted en Valencia? Si tiene alguna dificultad para responderme, puede usted consultar mi libro.

 

Sin embargo, en otras cosas no somos tan distintos. El propio José Ángel explica que los guineanos no son tan diferentes de los valencianos:

–Si no, pregúntales a estos si prefieren contar cuentos tradicionales o follar como cerdos.

Por cierto, esta aseveración, ¿es extrapolable a los intrusos y los catedráticos?

 

Una pregunta: ¿Ha viajado usted a Vannes, en la Bretaña francesa?

Le pregunto porque me extrañó que viajara usted a Braga, en busca del brazo derecho de san Vicente mártir, cuando en Vannes se conservan dos huesos de san Vicente Ferrer, tan santo como san Vicente mártir y tan valenciano como usted. ¿Qué tiene san Vicente mártir que no tenga san Vicente Ferrer?

 

En cuanto al empacho que le causó la munificencia de los habitantes de Ancud, en el archipiélago de Chiloé, y como miembro que soy de una peña gastronómica, en la que también me siento un intruso, me gustaría que me explicara las recetas de la paila, los chapaleles y el milcao.

 

Hasta aquí las incertidumbres. Pero el libro de Paco Inclán contiene también una reedición de Hacia una psicogeografía de lo rural, en la que el autor narra sus experiencias como artista conceptual y situacionista en Valladares, un barrio rural de Vigo.

Marcel Duchamp dijo: “El happenning ha introducido una nueva categoría en el arte: el aburrimiento”.

Desde entonces, no había leído ningún texto sobre arte contemporáneo en el que se hablara del tema con tanto conocimiento como desparpajo.

Bueno, creo que es el momento de recordar que Paco Inclán es editor de una revista de arte y pensamiento titulada Bostezo.

Vayamos por partes con lo de Valladares. Paco Inclán realizó su trabajo invitado por Alg-a Lab.

¿Qué es Alg-a Lab?

 

Hace más de cuarenta años, llevamos una serie de exposiciones de artistas jóvenes a los barrios rurales de Zaragoza. Yo acompañaba al camión de las brigadas municipales que llevaba las obras, para montar las exposiciones con cierto criterio, y el primer día, al descargar uno de los brigadistas un cuadro que, naturalmente, iba sin embalar (eran otros tiempos), me preguntó:

–¿Esto qué requiere?

Desde entonces, la pregunta me ha perseguido obsesivamente. Quizás don Paco Inclán nos pueda decir algo respecto a cómo explicar el arte contemporáneo al común de los mortales, tras su experiencia en Valladares porque, al parecer, lo de Valladares si es extrapolable. Por lo menos, eso parece indicar esta conversación que mantiene el autor con un vecino:

–¿Cómo es la vida en Valladares?

–Como en todas partes.

 

Hasta aquí, mis preguntas. Ahora, las suyas.

Esmeralda Sánchez

Esmeralda Sánchez

Esmeralda expone su Pleamar en el Torreón Fortea y esto es lo que escribí para su catálogo:

 

 

Esmeralda en la playa

 

Eva en la Delegación del Gobierno

Durante dos o tres convocatorias fui jurado del premio de pintura que organizaba la Delgación del Gobierno en Zaragoza.

Un año voté por un cuadro estupendo y desconcertante: Eva in restauro, algo a mitad de camino entre la Wiener Sezession y el pop-art. Algo postmoderno o premoderno, no se sabía muy bien. Sobre un fondo de pan de oro, Eva, muy pálida, con el pelo muy corto y los labios muy rojos, posaba desnuda de cintura para arriba. Una falda granate le cubría hasta los tobillos, mientras con una mano sotenía una manzana y con la otra, una culebra. La expresión de su cara era todo un poema.

Habría sido tan milagroso que ese cuadro hubiese obtenido el primer premio del concurso como encontrarte a la propia modelo, de esa guisa, en el siniestro edificio de la Plaza del Pilar.

Semejante cuadro sólo podía ser obra de un somarda. Abiertas las plicas, resultó que, para el tribunal, la autora era una casi desconocida: Esmeralda Sánchez. Yo la conocía porque fue alumna de mi padre, pero no sabía que pintaba así. Así de bien, quiero decir. Lo que sí sabía es que, en efecto, era, es una somarda.

 

La isla Esmeralda

Visito el estudio de Esmeralda, un local a pie de calle, iluminado con luz eléctrica. Esmeralda ha extendido sus cuadros contra las paredes, en una exposición improvisada, y desde el centro del local tengo la sensación de estar en una isla. Mire a donde mire, sólo veo playa y mar. Allá a lo lejos, la línea de horizonte.

Pienso que la misma sensación de encontrarse en una isla podrán tener los espectadores en Fortea.

Y la propia Esmeralda trabajando en su estudio, sin necesidad de extender los cuadros. I am a rock, I am an island, que cantaban Simon y Garfunkel y podría cantar cualquier pintor mientras trabaja.

 

Pintura con figuras y figuras de la pintura

Al contrario que la isla de Robinson o la de Simon o la de Garfunkel, esta no es una isla desierta.

En el estudio de Esmeralda estoy rodeado de figuras. Podríamos decir, pues, que lo que pinta Esmeralda ahora son marinas con figura.

–¡Como Sorolla!

–No. Como Sorolla, no.

–¿Como Eric Fischl?

–Podría ser. Por los temas, sobre todo. Pero por el estilo, a mí me recuerda más a Ingres.

–¿Lo dice por la gran bañista de Valpinçon?

–Y por Madame Reiset, por ejemplo.

–Pero Madame Reiset no está en la playa.

–¿Y qué más da? El caso es que, como Ingres, Esmeralda se mueve siempre entre el clasicismo y la modernidad.

Sólo que Esmeralda se pone somarda y en lugar de pintar un retrato de Madame Reiset, como Ingres, retrata un perro abandonado que se le parece mucho. Ahí, quizás, en esa deriva socarrona, está más cerca del Velázquez que pintó a Menipo que del propio Ingres.

 

El perro equilibrista

Si Esmeralda hace equilibrios entre el clasicismo y la modernidad, el perro abandonado de su cuadro parece hacerlos sobre la línea continua por la que camina. O viceversa.

El recorrido de Esmeralda de lo clásico a lo moderno le exige hacer todo tipo de equilibrios. Entre lo abstracto y lo figurativo. Entre lo abstracto del fondo y lo figurativo del perro, por ejemplo. Entre la figura y el fondo. Entre esa carretera que sólo es un fondo gris cruzado por una diagonal blanca, pero que, aún así, sigue siendo una carretera, y ese perro que, lo mires por donde lo mires, sigue siendo un perro, pese a Magritte. También es una serie de pinceladas, de acuerdo, dadas con mucho brío, además, pero como la carretera abstracta sobre la que están dadas, una cosa no quita la otra. Y ahí está la gracia.

En la pintura, en la carretera, en el perro y en su sombra.

 

Idas y venidas

En algún sitio leí algo –quizás en un libro de Rubert de Ventós, pero no estoy muy seguro– sobre un famoso bosque japonés, de cuyo nombre no puedo acordarme. Lo curioso de aquel bosque es que siendo aparentemente igual que todos los bosques de la zona, era completamente distinto. Más artístico. Tras una serie de paseos por unos y otro, el autor llegaba a la conclusión de que lo que hacía que aquel bosque fuera tan especial, es que se habían eliminado minuciosamente todos los matorrales, hierbas y piedras que sobraban.

Me acuerdo de ese bosque que nunca he visto, intentando explicar la evolución de la pintura de Esmeralda, esa manera suya de progresar adecuadamente, manteniendo siempre el equilibrio entre el clasicismo y la modernidad.

Como un jardinero japonés, Esmeralda va quitando, poco a poco, todo lo que cree que sobra en su pintura, haciéndola más ligera, hasta convertir el cielo en un sencillo fondo azul, que sigue siendo cielo gracias a la luz cenital que recibe la figura que se destaca sobre él y a la perfecta entonación de los tonos sienas de su carne.

Ese cielo o ese azul, que de las dos formas puede y debe decirse, es el fondo del asunto. El fondo de la pintura.

Esmeralda recorre por los fondos de sus cuadros toda la historia de la pintura occidental: desde los dorados del gótico hasta los abstractos de la modernidad, pasando por todos los paisajes que desde el renacimiento han sido.

Quizás en esta deriva hacia lo esencial, esté la razón de elegir la playa como paisaje, por ser el más minimalista que existe. También está el desierto, claro, pero quizás a Esmeralda le parezca un poco grandilocuente. Y seco.

 

Familiares y desconocidos

Para Esmeralda existe un vínculo afectivo con sus modelos. Sólo retrata a familiares y amigos.

Para nosotros, los espectadores que no somos de la familia, en cambio, son unos perfectos desconocidos. Lo que nos permite contemplarlos sin buscar el parecido que damos por supuesto. Aparte de que nos resulten más o menos atractivos, el no conocer a los modelos nos centra en los valores plásticos de sus retratos y nos facilita el poder apreciar, sin referentes reales, lo bien pintados que están.

Pero aquí tropezamos de nuevo con el carácter somarda de Esmeralda, pues su amplia técnica, puesta al servicio de la representación fidedigna del modelo, pretende pasar desapercibida. Esmeralda pinta sin aspavientos pero también sin ñoñerías, con una naturalidad tan pasmosa como desconcertante.

Qué figura…

Si ya resulta difícil captar los sutiles recursos pictóricos que utiliza Esmeralda, imagínense tener que explicarlos. Así que si me permiten un consejo, creo que la mejor forma de enfrentarse a su pintura es relajarse y disfrutar, con la misma naturalidad que ella pinta, de la playa y de la exposición. Estando, además, en tan buena compañía.

 

 

 

Humor platónico

Humor platónico

En mi Breve antología del humor aragonés, hablo de la posibilidad de que el humor esté platónicamente en los oídos del receptor, más que en el garganchón del emisor.

He aquí un ejemplo. He leído este libro, del padre jesuita Francisco Finn, editado en 1917, y me he reído mucho.

El protagonista, Enrique Dy, cuenta su vida. Un ejemplo: de pequeño descubren que es sonámbulo, lo que aterroriza a su madre que, desde ese día, pasa las noches sentada a su lado.

Tomaba una mano entre las suyas, y así dormitaba sin acostarse, velando continuamente mi sueño; y me acuerdo con infinita ternura de las veces que, al despertar de noche, sentía mi mano entre las suyas, y al darse ella cuenta de que me había despertado me pasaba la mano por la frente y me acariciaba con un amoroso beso.

Con esta vida solícita, mi buena madre arruinó su salud y aceleró el fin de su vida. Estreché entre las mías aquella mano fría, que me había prodigado tantas caricias. Besé por última vez su rostro, blanco por la palidez de la muerte, y una nueva sombra de tristeza se extendió sobre mi niñez, endeble y neurasténica. 

 

 

 


http://www.misadarmes.com/blog/2016/6/4/dos-veces-buena

 

 

Breve antología universal del humor aragonés

Breve antología universal del humor aragonés

Hoy, Rubén Enciso ha hojeado mi libro parsimoniosamente y me ha dicho:

–O sea, que das liebre por gato.

 

 

Envío invitaciones para mi exposición y me empiezan a llegar contestaciones. Ya saben que la exposición se titula "15 escritores aragoneses y una rusa".

Una amiga comenta:

–¡Quien fuera la rusa!

Otra amiga que se excusa porque tiene una comunión, dice:

–Como dicen en mi pueblo, mejor hacía un fuelle.

Vicente Ferrer, de Media Vaca, me advierte:

–Como la exposición es en la calle san Voto, habrá que repetirla.

En fin, muchos amigos, desmintiendo el triunfalismo económico de Rajoy, recalcan:

–Si hay piscolabis, iremos.

 

 

Día de las Librerías

Día de las Librerías

Julia y Pepito, de Antígona, me han invitado a leer un fragmento de un libro, esta tarde, para celebrar el Día de las Librerías.

He elegido un capítulo de la Crónica Troyana, que ha editado recientemente María Sanz Julián en la Institución "Fernando el Católico".

En el capítulo anterior a éste, los esclavos de Tiro, confabulados, asesinan en la misma noche a todos sus amos. El esclavo Estanco perdona al suyo, que es un buen hombre, y en lugar de matarlo, lo esconde.

La historia sigue así:

Título ciento y veinte y siete: de cómo acordaron todos los cabtivos que el que biese el sol primero, que fuese rey.

Los siervos de Tiro, después que fueron enseñoreados de la cibdad & cada uno en las cosas de sus señores que avían ya muerto, después de muchas contiendas que avían avido, como ombres sin cabdillo ovieron de acordar que oviesen rey, y en esto no se podiendo avenir quién lo fuese, ovieron de aver postura que saliesen todos otro día al campo & el que primero biese el sol, aquel fuese rey. E este que a su señor no mató & lo tenía ascondido vino a la noche a su casa & díxole ha aquel su señor la ordenança que entre ellos era fecha & puesta.

–“Pues –dixo el señor– yo te diré como seas rey: quando mañana todos salierdes a esperar quándo saldrá el sol, todos pararán mientes a donde sale, mas tú buelve las espaldas & para mientes a las torres de la cibdad; e luego como el sol saliere, dará en ellas, & tú verlo as primero que otro alguno & decirlo as”.

E quando otro día salieron al plazo, todos estavan mirando de cara do salía el sol, & aquel que tenía a su señor guardado paraba mientes a las torres atrás de los otros. E quando los otros esto bieron, escarnecían dél diciendo:

–“Este, por cierto, no quiere reynar”.

Mas quando él dio bozes diziendo: “¡Yo lo veo!” & bolvieron los otros las cabeças & vieron al sol relumbrar en las torres, maravilláronse cómo aquel ombre avía acertado en aquella cosa, que aquel aún no lo tenían por muy avisado entre ellos. E comoquier que le otorgasen que suyo era el derecho, pero interrogáronle muy afincadamente que les dixiese cómo supiera aquello, tanto que pidió seguro dellos & dixoles cómo él escapara a su señor del su ordenamiento dellos & que él le diera aquel consejo. E ellos, quando esto supieron, dixeron los mayores dellos:

–“Por cierto, esfuerço ni seso complido no pudo estar en persona de servidumbre”. E por ende acordaron todos de tomar aquel que de su siervo era escapado por su rey & señor. E fueron donde estava escondido & sacáronlo de allí, e tomáronlo por su rey & señor.

 

 

 

Dando ideas

Dando ideas

"Los huesos son nuestra propiedad igual que la casa que compramos –dijo el señor Henri.

"La diferencia es que para los bancos a los que no pagamos no es tan fácil sacarnos los huesos como quitarnos la casa.

 

 

 

Gonçalo M. Tavares. El barrio. Seix Barral.

Aquí hablan bien de mí, a propósito de la charla que perpetré hace días en la Biblioteca de Aragón:

http://eugeniomateo.blogspot.com.es/2015/06/jose-luis-cano-la-levedad-del.html

 

 

Esta mañana, invitado por Isabel Jiménez, he ido a la Jornada de puertas abiertas de la Fundación Secretariado Gitano, en la calle Agustina de Aragón, y me he encontrado con el Grupo de Cámara Musethica, interpretando el Quinteto de cuerda en Do menor de Mozart.

Emocionante.

 

 

 

El dibujo lo hice hace muchos años para una campaña de alfabetización del Pueblo Gitano. Cómo pasa el tiempo.

Susana Vacas

Susana Vacas

Susana tuvo que pasar dos meses en cama y se dedicó al collage. Se conoce que echaba de menos sus piernas.

 

 

Susana Vacas

Susana Vacas

Lo mismo.

 

 

Emma Goldman

Emma Goldman

A un mes de las elecciones, leo en el libro Mujeres de Eduardo Galeano, esta frase de Emma Goldman:

Si el voto cambiara algo, sería ilegal.

 

 

El vaso

El vaso

A propósito del famoso vaso medio lleno de agua, que se expuso en el último ARCO y que tantos comentarios ha desatado, lo que no sé si ha recordado alguien es que, en 1973, el escultor Craig-Martin, ya expuso un vaso lleno, titulado "Roble", acompañado de un texto en el que, en plan somarda, reivindicaba el concepto de transustanciación.

Pueden leer el texto aquí:

http://www.cuatrocuerpos.com/un-roble/

 

 

 

El vaso

El vaso

A propósito del famoso vaso medio lleno de agua, que se expuso en el último ARCO y que tantos comentarios ha desatado, lo que no sé si ha recordado alguien es que, en 1973, el escultor Craig-Martin, ya expuso un vaso lleno, titulado "Roble", acompañado de un texto en el que, en plan somarda, reivindicaba el concepto de transustanciación.

Pueden leer el texto aquí:

http://www.cuatrocuerpos.com/un-roble/

 

 

 

Les dejo este enlace. Me habría gustado decirlo a mí, pero no tuve pitera.

 

http://www.exit-express.com/home.php?seccion=opinion

 

La imagen está sacada del libro "Antonio López, pintura y escultura".

Arte contemporáneo

Arte contemporáneo

Me permito copiarles un fragmento de Rosa Olivares, en el último exit-express.com

Si a alguien se le ocurre pintar (sí, aquello de lienzo, pincel, colores...) y quiere entrar en el circuito en boga, el mainstream que se dice, tiene que explicar que “se trata de un proyecto en proceso interactivo con el espacio en un diálogo estructurado en función de la superficie simbólica del cartel histórico que deviene pintura en una expansión formal y en una apropiación conceptual” (texto real, y así, sin comas) para que le acepten los colegas que exponen frigoríficos sellados, dibujos automáticos, elementos de decoración, cuadros atravesados por estacas y, por supuesto, algún performer que utiliza el cuerpo como superficie de “un trabajo formateado y distribuido por video” posteriormente.

Por eso quiero dejar de ser artista aragonés contemporáneo y convertirme en pintor chino antiguo.