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de profesión incierta

Valor terapéutico del humor

Valor terapéutico del humor

Escribí esto para presentar un libro sobre el mismo tema coordinado por Carlos Alemany. Había un prólogo que les evito.

 

Reflexiones sobre el valor terapéutico del humor.

Precisamente, una de las cosas en las que más insiste el libro que tendría que haberles presentado hoy, es en la necesidad de que el humor, para ser terapéutico, sea “sano”. Dicho así, parece obvio. Pero luego, la detenida lectura del mismo, me ha creado mucha confusión. También me causa mucha confusión la cantidad de Rodríguez que lo firman. Incluso yo soy Rodríguez, Cano Rodríguez. Quizás esté aquí por eso.

El doctor Rodríguez, por ejemplo, hace una minuciosa descripción de la fisiología de la risa y de su beneficioso efecto sobre el organismo. Me pregunto si, a nivel fisiológico, y subrayo lo de fisiológico, reírse de algo políticamente incorrecto es menos sano que reírse con algo políticamente correcto. Veamos un ejemplo:

En una de las cenas más hilarantes que recuerdo haber tenido con mis amigos escritores, nos dedicamos a glosar la isquemia de Marichalar, el pobre, como dijo él de su hijo por parecerse a la madre. Entre otras muchas ocurrencias, cantábamos cancioncillas de María Ostiz, cambiando algunas palabras por la palabra isquemia: “Isquemia es, isquemia es, isquemia es, abrir una ventana en la mañana y respirar…” En fin, tontadas así. Sería el vino, quizás, pero el caso es que nos reímos como locos y que no siento ningún remordimiento. ¿Es patológico? ¿Fue sana tanta risa perversa? Quiero decir, ¿puede ser distinta la transmisión de acetilcolina, dopamina, serotonina y noradrenalina en el caso de la risa sana y en el otro? Por no hablar del aumento de ventilación pulmonar, de la participación de masas musculares o del incremento del ritmo cardiaco.

A nivel psíquico, en cambio, las respuestas pueden ser más sencillas o más complejas, una de dos. Una regla de oro, que señalan los autores del libro, para que el humor sea sano, es la de reírse “con” y no “de”. Pero, aunque todos seamos hijos de Dios, ¿es lo mismo reírse de Bush, como hace Wyoming, que reírse de Tamara, como hace Sardá? Más difícil todavía: ¿no es cierto que si yo me río de Aznar en una viñeta, miles de lectores se ríen “con migo”? Sin embargo, pese a que me ría de, muchos lectores me consideran terapéutico. Me lo ha confirmado incluso algún cardiólogo.

Otra duda. Si como he leído, el humor elemental es el más idóneo para las relaciones terapéuticas, ¿es más sano reírse con los programas de José Luis Moreno que con los de Faemino y Cansado? ¿Es peor reírse con las películas de Buster Keaton que con las de Paco Martínez Soria? Alguien, por cierto, que con su incontenible verborrea, era el aragonés menos somarda que conozco. Cuenta el autor de una de sus obras, que todos los diálogos los convertía en monólogos, de tal forma que él mismo se preguntaba y se respondía y se llevaba todos los aplausos. Vaya guripa.

Pero, toda esta clase de dudas, podríamos decir que son académicas.

 

Otras, en cambio, me afectan de forma mucho más personal. He descubierto con preocupación que, entre las estructuras de la base del cerebro en las que se generan las emociones, se encuentran las amígdalas. ¡Dios mío!, ¿Soy así porque me las extirparon? ¿O porque me las extirparon de forma traumática? ¡O sea, que aquel carnicero no sólo me destrozó la garganta; el muy canalla hizo polvo mi vida sentimental! ¿Se dan cuenta? Nunca me había sentido tan amputado. ¿Adopto, pues, como he leído en otra parte, el papel de payaso para ganarme su afecto? ¿Mis viñetas, más que un ataque son una defensa? Explíquenselo al delegado del Gobierno, por favor.

He leído, también, que el sentido del humor eleva la cantidad de inmunoglobulina A presente en la saliva. Y, la falta de inmunoglobulina A, ¿reduce el sentido del humor? Porque, nada más nacer, tuve una infección bucal que casi me mata. No lo hizo, evidentemente, pero supongo que me dejaría los niveles de inmunoglobulina A por los suelos. Entonces, ¿cómo he podido dedicarme al humor? ¿O es que me dedicó al humor para desarrollar reservas de inmunoglobulina A? ¿Me lo puede explicar alguien? ¿Hay algún médico en la sala?

Qué confusión. ¿Será que no he leído bien? Quizás. En la página 52, leo: “No se puede analizar y explicar una situación graciosa, su efecto cómico se destruiría”. Me parece que estoy de acuerdo. Pero, en la página 190, se cuenta la historia del maestro Rinzai, que se reía a carcajadas al levantarse y al acostarse sin que se supiera de qué. Y proponen trabajar en pequeños grupos sobre la pregunta; ¿De qué se reía el gran maestro Zen? ¿Qué pasa, que nos vamos a cargar ahora el eco de la risa del maestro Rinzai? ¿En qué quedamos? ¿Hemos olvidado el consejo del humorista Jiménez, Juan Ramón Jiménez? “No la toques ya más, que así es la risa”.

Del valor pedagógico del humor, no me atrevo a hablar, porque soy un desertor de la enseñanza. Pasé casi veinte años dando clases y ni lo he mencionado en el relato de mi vida. Mi sentido del humor no me salvó de la quema del día a día en el aula y a punto estuve de ser carne de terapia. Huí.

 

Más desazón que tan dolorosos recuerdos, me producen las alusiones artísticas de este libro. Leo en la página 51: La risa reside en el hemisferio derecho. Igual que el arte. Hasta aquí todo bien. Pero luego dice que cuando se destruye dicho centro se origina una abolición del reflejo cómico. Y añade, he creído entender, que de ahí las dificultades de los esquizofrénicos para reconocer los estímulos cómicos. Pero yo he leído a profesores como Leo Navratil o Anton Ehrenzweig, que estudian la íntima correspondencia entre arte y esquizofrenia. Para el primero, artista y esquizofrénico son lo mismo; para el segundo, el artista se salva de la esquizofrenia gracias a su trabajo, precisamente. ¿Cómo es posible que, siendo prácticamente lo mismo, un artista pueda tener tanto sentido del humor como Goya, por ejemplo, y un esquizofrénico no tenga ninguno? Supongo que habrá una explicación que se me escapa por ignorante, pero no puedo dormir dándole vueltas a la cabeza. Sobre todo, al hemisferio derecho.

Y es que, por la parte que me toca, la esquizofrenia es otro de mis temas favoritos. Tengo publicado un libro sobre la educación esquizofrénica que recibimos en los cines de nuestra infancia y llegué a escribir y dibujar otro, titulado: “Breve tratado sobre el esquizoide carácter aragonés, con ejemplos tomados de entre sus hijos más ilustres”, por encargo de Vicente Rubio, secretario de un  congreso de psiquiatría que se celebró hace tres o cuatro años en Zaragoza. Como habrán adivinado por el título, el librico era una broma sobre nuestra salud mental y sobre la de nuestro nutrido panteón de ilustres, ilustrados e iluminados. La Junta directiva de la Sociedad Española de Psiquiatría lo consideró irrespetuoso y se negó a editarlo. Una de dos: o mi sentido del humor no es tan terapéutico como suponen mis lectores, o tenemos algún ilustre con el que no se puede bromear. A pesar de que yo no lo incluía en la nómina de esquizoides y de que, por aquellas fechas, ni siquiera era santo.

No fue mi primer choque con los profesionales de la mente. Cuando yo estudiaba Ingreso de bachiller, vino un gabinete de psicólogos, al colegio, para hacernos un test, toda una novedad por aquel entonces. Nos dijeron que dibujásemos un hombre y una mujer. El tema, con nueve años, me parecía bastante soso, así que decidí darle un toque personal. Dibujé un borracho agarrado a una farola, que había visto en el TBO, y una bailarina con tutú que había visto bailando sobre la grupa de un caballo, en una ilustración circense. Muchos años más tarde me enteré de que el hermano director, muy preocupado, llamó a mis padres. Al parecer, los psiquiatras le habían convencido de que si me pedían dibujar un hombre y una mujer, yo dibujaría a mi padre y a mi madre y el hermano director se haría una idea de qué tipo de familia éramos. Menos mal que mi sentido del humor lo había heredado de mis padres y no pasó nada. Ahora me parece que esa combinación absurda del borracho y la bailarina, de humor canalla y estética exquisita, es el mejor autorretrato que me he hecho nunca.

A mí, querido público, el valor terapéutico del humor me parece evidente. El libro de estos señores me ha confirmado científicamente lo que hasta ahora sólo eran intuiciones propias. Pero, dada mi experiencia con algunos gabinetes de psicólogos y con la Sociedad Española de Psiquiatría en general, comprendo que van a tener ustedes mucho trabajo para convencer a ciertos sectores, profesionales o confesionales, del simple enunciado de su título.

A mí me han convencido aunque, como me temía, su lectura me haya sumido en el caos. Ya se habrán dado cuenta. Debo advertirles que la culpa es mía y sólo mía. Del hemisferio derecho de mi cabeza, que no puede parar. Pero bueno, sea como sea, me he jugado ante ustedes mi futuro profesional. Señores, qué momentos. Desde que preparé mi intervención, no paro de hacerme ese tipo de preguntas que te impiden trabajar. Entre otras, claro, la más obvia: ¿Por qué accedí a presentar este libro? ¿Quién me manda a mí meterme en estos líos? Por cierto, ¿qué quieren decir con eso de que el humor cura el estrés? A mí, lo que más estrés me produce es tener que hacer una viñeta diaria. Y una presentación como esta.

Muchas gracias, en todo caso, por haberme aguantado.

 

4 comentarios

Harry Sonfór -

Acabo de enterarme de que el señor con barba que hace las dedicatorias más bonitas de todas las ferias del libro ha abierto un blog y venía a saludarlo y a desearle que tenga un blog muy largo y muy fructífero.

Inde -

¡Coño, José Luis, me he enterado hoy de que tenías un blog y ya me he partido de risa! (Lo he hecho después de leer este post, no cuando me han dado la noticia.)

Me lo ha dicho Xordico, a quien he llamado para preguntarle cuántas páginas tenía tu libro sobre "Las Sitiadas". Y él no sólo me ha respondido que 48, sino que me ha dicho que vale 8 euros, que se presenta el día 30 en la (¿ex?)escuela de Artes... y que tienes un blog. Quesque se ha embalao.

M'hi dau un alegrón...

A ver si, aprovechando que me he enterado de lo de la presentación, acudo, te veo, te doy un pretón y me hago con unas Sitiadicas.

¡Besos!

Pilar -

well done

Samuel San Miguel -

Me voy a dejar los ojos, colega...
Valor terapeutico de las letras, tipo "El Periodico"...mucho mejor. Gracias.