El terror
En la posmodernidad la originalidad no es valorada y nadie piensa que exista: ni siquiera en el sentido de Fromm, que sostiene que una idea o una imagen es original cuando se origina en el curso existencial de la experiencia de uno. Es decir, cuando es original para la existencia de uno y ayuda a uno a darse cuenta de la originalidad de su existencia. No creer en la originalidad es no creer en la creatividad. Es realmente perder la fe en algo que uno ya no tiene, si es que alguna vez lo ha tenido. En una palabra, esta falta de creencia, que implica la elevación de la copia no original por encima de lo originalmente creado –la reproducción secundaria por encima de la creatividad primal, lo conscientemente mecánico por encima de la expresión de lo inconsciente (la reproducción mecánica considerada como expresión social)–, es la expresión consciente del artista de su miedo inconsciente a que no sea lo bastante creativo para ser original. Esto significa que su arte es un excremento: que es literalmente "una pérdida de tiempo hacer arte. Tal ansiedad –una especie de ansiedad aniquilativa– señala la bancarrota de la imaginación creativa. Hanna Segal deja la cuestión clara cuando habla del "constante terror (del artista) a que (su) producto se revele como mierda", de su narcisista miedo a que "el producto artístico se despliegue como heces autocreadas" y, en cuanto tal, carezca de vida.
Donald Kuspit. El fin del arte. Akal. En la imagen, Hanna Segal.
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