No es lo mismo un Roto que un descosido
Este dibujo aparece hoy en El País.
El texto lo escribí para presentar una exposición de El Roto en el Museo del Grabado de Fuendetodos. Aún mandaba Aznar.
El Roto, ya lo sabrán ustedes, es un personaje del Quijote, un noble caballero que, víctima de “la fraude y el engaño”, pierde el juicio, se aparta de la sociedad, vive bucólicamente asilvestrado por el monte y, sólo cuando recuerda sus desgracias, arremete con “puñadas y coces” a quienes se le cruzan en el camino.
Andrés Rábago, El Roto, que antes fue Ops y Jonás, sabe elegir muy bien sus motes.
Según Sender, los niños no deberían leer el Quijote, como hizo él, porque es un libro demasiado cruel y pesimista para poder encontrarle alguna gracia a esos años. Por otra parte, para Borges, la crueldad, el pesimismo o el humor del Quijote degeneran en simple retórica en los textos de Gracián. Aparte de que sea una opinión que no comparten muchos sabios, en el Criticón gracianesco sí que están ya los monstruos que pueblan los Caprichos y los Disparates de Goya. En Goya sigue estando la crueldad, el pesimismo y el humor pero en el novedoso formato de viñeta que, como nos demuestra El Roto cada día, sigue conservando toda su eficacia. En las viñetas de El Roto sigue viva la crueldad, el pesimismo y el humor –la lucidez, en suma– que hemos rastreado someramente por algunas cumbres de la cultura española, arrimando el ascua a la sardina aragonesa y aprovechando centenarios y celebraciones.
Creo recordar que Sender, en sus preocupaciones por la infancia, consideraba especialmente cruel el trato que los Duques dispensan al loco de don Quijote y al simple de Sancho. Es el mismo trato que reciben los locos y los simples contemporáneos en tantos y tantos programas televisivos, por ejemplo.
Si los niños (o el niño Sender) sufrían tanto al leer el Quijote (ahora ya no creo que lo lea ninguno), es porque eran incapaces de diferenciar el humor de los Duques del humor de Cervantes. Y, para entender lo que cuenta Cervantes, hay que distinguirlos. Ahora que, según dicen, ya no existen las ideologías, es conveniente saber de quién se ríe cada uno: si de los señores Duques, como Cervantes, o de los locos y los simples, como los Duques. Muchos se ríen de los simples de puro simples que son; pero otros lo hacen para evitar reirse de los Duques, que siempre es más peligroso. A los que aún se ríen de los Duques (a estas alturas, El Roto y pocos más) se les pretende descalificar tildándoles de moralistas.
Si los que se ríen de los Duques son unos moralistas, los que se ríen de los locos y de los simples, a mi modo de ver, no tienen nombre. Aunque podría dar unos cuantos.
Quizás peque de optimista, pero creo que El Roto es de los que ríe el último, que es la mejor forma de reir, según se ha dicho siempre. Tras la ensordecedora algarabía marciana de tanto botarate riéndose de absurdas naderías, queda la enmienda a la totalidad de El Roto que al grito de “¡España va bien!”, responde somarda “¡Ya lo creo señor España!”
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