Un quinceañero y su madre
–Como la colección de coches de Pujol, tía. Con cualquiera de ellos me conformaba.
–¿Hasta el del capó con la cuatribarrada?
–Ese es un Lamborghini, ¿no?
–No, un Porche.
–Bueno, es igual. ¡Hasta ese!
–Pues, yo no. A mí me dan igual los coches. Creo que los coches están sobrevalorados.
–¿Sobrevalorados?
–Creo que hay cosas que están sobrevaloradas. Concretamente, los coches y las fiestas populares.
–¡Joder, madre, te acabas de cargar las dos cosas con las que puedo tener alguna oportunidad de follar! ¡Qué putada!
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