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de profesión incierta

Un señor y otro

–Mira, empezó a pedir la Mary, que el camarero le tuvo que decir... Sabes, el camarero ese gordo que hay, ya sabes, ese... Le tuvo que decir que si sabía lo que estaba pidiendo. Hombre, el mozo tuvo el detalle, por si acaso, ¿sabes? Porque no paraba, ¿sabes? Morro... (silencio)... madejas... (silencio)... jamón... (silencio)... papas... ¿Qué más? Espera, ¿qué más pedimos? No me acuerdo. Pero algo más había. Con una botella de vino de tres cuartos, que me bebí media... Y una botella de agua para la María. Total, 24 euros... O 14, ahora no me acuerdo... ¡Ah, sí! Champiñones o setas... Sí, champiñones con jamón, eso era lo que faltaba, que antes no me acordaba... Y todo, raciones dobles, ¿eh? Que yo no pido sencillas. Todo doble. Después tenía una sed... Cuando llegamos a casa me tuve que tomar una cerveza porque tenía una sed... Y a las nueve y media me llama Carlos.

–¿A qué hora cenastéis, pues, que a las nueve y media ya estabas en casa?

–¡A las nueve y media de la mañana! A las nueve y media de la mañana... Que me levanté de un brinco, porque tengo el teléfono en la consola de la entrada, ¿sabes? Allí lo tengo, oye, no me gusta tenerlo en el dormitorio... Pues, eso, que me llama este: Felipe... Que habla así, sabes, muy humilde... Felipe... Digo: ¡Hombre, Carlos, ¿qué pasa?! y me dice: ¿Te acuerdas que hemos quedado para la Ofrenda de Frutos? Digo: ¿Cuando? Dice: A las diez y media. Digo: ¿Y qué hora es, pues? Porque yo duermo sin reloj, ¿sabes?, duermo sin aparatos encima, nada, dejo el reloj en la mesilla y no sabía la hora, como me había levantado aprisa y corriendo... Y me dice: Las nueve y media. Digo: ¡Me cagüen Dios, si no me queda más que una hora!

Así que me vestí a toda prisa, sin afeitarme ni nada, bueno, llevaba barba de un día, tampoco mucho, sin afeitarme ni nada y fíjate si iría rápido, que llevaba el pijama corto, de pantalón corto, el pijama corto... y en vez de cambiarme y ponerme el calzoncillo, me lo dejé debajo del pantalón y no veas luego para mear, qué líos. Buscándomela, entre el pantalón de pijama debajo y el de baturro encima...

Bueno, pues me dí tanta prisa que llegué a menos... Sí, las diez o las diez y cinco serían cuando llegué, que sólo estaba este, Carlos, de toda la rondalla. Nos fuimos a un bar que hay al lado de Santa Engracia, que tiene un porche así, con mesas y sillas... Bien... Y allí nos sentamos. Que cuando llegamos estábamos solos pero a las diez y media, estaba aquello de gente... Toda la plaza llena y buen trozo por las calles, ¿sabes? Hasta por la calle del Heraldo, la que va por detrás del Heraldo, llena de gente, toda la calle. Total que uno tras otro, uno tras otro, uno tras otro, uno tras otro... cuando nos tocó salir... ¡Las doce y media que eran!

–¿Y qué hicistéis mientras?

–¿Qué vamos a hacer? ¡Esperar que nos tocase el turno!

 

 

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