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de profesión incierta

Dos jubilados

– El otro día el Pipas... Me ca... Resulta que estábamos en el Hogar del Jubilado y éste otro... no me acuerdo como se llama... Bueno, es igual: que se cayó uno, se dió con el canto la mesa y se abrió la cara. Sangraba...

– ¿El Pipas?

– ¡No, hombre, no: el otro!

– Ah, ya, el que no te acuerdas como se llama.

– Ese... Pues, bueno, ahí sangrando... su mujer que lo ve, va y se desmaya. ¡Ahí va, los dos en el suelo! ¡Qué cuadro! Total, que llamamos a las chicas, que vinieron en seguida, las mozas, intentando que dejara de sangrar el uno, reanimando a la mujer que seguía desmayada... que resulta que a la Mariajo le pone mala la sangre y por poco se nos desmaya también... Chico, chico... Bueno, pues, en esas, llega el Pipas y le dice a la Carmen: ¡Oye, que la Ignacia se ha sentado en mi silla, mira a ver si la echas!

– ¡Me ca...! ¿Y qué le dijo la Carmen?

– ¡A la mierda lo mandó!

– ¡Jajaja! No me extraña.

– Estaba la moza sujetándole la cara al otro y le va con semejante chorrada. Y aún dice el otro que iba a presentar una queja ante los jefes porque lo había mandado a la mierda...

– Joder...

– ¡Ah! Y cuando se llevaban al otro en camilla, dice que ya habían pagado el chocolate, que si les devolverían el dinero... ¡Mira, tú, qué preocupación!

– Pues, no estaría tan grave...

– ¡Joder que no, si llevaba la cara rota...!

 

 

 

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