Mi vida según Gracián o el pasado que nos alcanza
Acabo de inaugurar exposición en la sede de la UNED de Calatayud y esto es, más o menos, lo que he dicho:
Esta exposición puede ser importante para mí porque quizás sea la última que celebre como pintor contemporáneo aragonés. A partir de ahora, y visto lo visto, he decidido convertirme en pintor japonés antiguo, lo cual, bien mirado, no es más extravagante que lo anterior.
Pero dejémonos de metafísicas que no interesan a nadie y hablemos de economía, que es lo que se lleva.
Esta exposición ha tenido unos gastos: Catálogo, transporte, seguros, personal, etc…
Que en estos tiempos de crisis aguda y galopante, alguien esté dispuesto a hacer semejante desembolso con el único objeto de mostrar mi trabajo, es algo que me llena de orgullo y satisfacción, así como de un agradecimiento verdaderamente sincero. En justa correspondencia, donaré un cuadro para compensar, aunque sea simbólicamente, los gastos que les he ocasionado.
Alguno de ustedes puede caer en la tentación de pensar que quizás el cuadro que les dejo se revalorice en un futuro más o menos inmediato y que el negocio les salga redondo. Craso error.
Yo, desde que pude zafarme de las manos de los maristas, aposté por lo público: Estudié en le Univesidad Pública, fui profesor en la Enseñanza Pública; siendo de Muface, decidí pertenecer a la Seguridad Social; utilizo habitualmente el transporte público porque no tengo coche ni sé conducir.
Incluso mi carrera artística la he desarrollado en el marco de lo público, lo que es tanto como decir que no he hecho carrera alguna. El arte siempre ha ido por delante de la sociedad y el mundo del arte hace muchos años que está en manos de los Mercados. Y si no estás en el Mercado, no existes. Así que, aquí donde me ven, con más de cuarenta exposiciones individuales a las espaldas y habiendo producido por encima de mis posibilidades, yo no existo. De momento, mantengo cierto equívoco al respecto pagando mis impuestos e intentando ajustar los precios, entre mis escasos clientes, siguiendo las fluctuaciones del Ibex 35. Pero el día que me muera, me temo que todo esto no valga nada. Claro que para entonces, el problema ya no será mío sino suyo. Por eso, ahora que aún estoy vivo, quiero acompañarles en el sentimiento y recordar las sabias palabras de Baltasar Gracián respecto a la vida, que tan bien pueden aplicarse a esta exposición: “Vinimos engañados y nos vamos desengañados”.
Muchas gracias.
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