Una modesta proposición para el ministro de Educación
Llegó el momento fatal. El señor González, el ejecutor de la justicia, último que hemos conocido en esta Audiencia, cumplió su triste misión con la serenidad y la sangre fría que tantas veces demostró.
Entre la multitud, mucho hombres y muchas mujeres levantaban en brazos a sus hijos para que contemplaran bien la tétrica escena. Luego, les daban una bofetada diciéndoles:
–¡Para que te acuerdes toda la vida y seas bueno!
No sé si producía efectos aquella enseñanza cruel, pero el caso es que la costumbre estaba entonces muy generalizada.
Mariano Gracia Albacar. Memorias de un zaragozano (1850-1861). Institución "Fernando el Católico", Diputación de Zaragoza
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