Una señora de aquí y otra señora de China
- ¿Qué tal?
- Bien... Jijiji...
- ¿Vienes de trabajar?
- De compral. Costilla.
- ¡Ah, costilla!
- Costilla barata. 1,30. Barata. Jijiji.
- Sí, sí, barata...
- Para tallarines. Cocida. Tallarines.
- Estará bueno.
- Lápido, ¿sabes? Ahora, tallarines. Cena, aloz. Lápido.
- Oye. ¿Tienes bolsos en tienda?
- ¿Cómo?
- ¡Bolsos! ¡Así, bolsos!
- No, ahora, no.
- ¡Ah! Antes tenías.
- Antes... Ahora, no.
- Qué tienes... Botas.
- No, no botas.
- ¿Tampoco botas? ¿Qué tienes, pues?
- Ahora ya celada. Tienda celada.
- ¿Que has cerrado?
- Solo bal malido.
- ¡Ah! Me lo dijo mi chico. ¿Sabes quién ha abierto un bar debajo de casa? La Pepa, la china. Me lo dijo así para que lo entendiera, ¿sabes?
- Ya, ya.
- Mi abuela, la madre de mi mama, vivía enfrente del bar.
- ¡Ah!
- Sí. Muchos años. Ahora, ya muerta; casa, vendida.
- ¡Ah!
- Pero, vivió muchos años. Enfrente. Mal día hoy, ¿eh?
- ¿Cómo?
- Lloviendo. Oscuro.
- En China, siemple así.
- ¿Sí, eh? ¿Y cierzo?
- ¿?
- Cierzo, viento, frío.
- Ah, sí, frío. Sí, frío.
- Mi marido... no sé si se mojará hoy o no se mojará. No sé. Bueno... no creo que se moje, hoy estará bajo tierra.
- Ah.
- Yo, mañana, en oficina, más trabajo.
- ¿Sí?
- Todo pisadas. No hay alfombras. Chabisque...
- ¡Ah, sucio! ¡Sí, sí! Jijiji.
- Ahora dejaré esto en el bar de la parada y a comprar pan. Mi marido viene a comer a las dos pero a las doce y media tengo que recoger a mi hija en el cole, ¿sabes?
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