Miguel Servet y Joaquín Costa
Esta entrevista salió publicada en Heraldo de Aragón el pasado jueves. Tanto Antón Castro, que me hizo las preguntas, como yo, que las respondí, recibimos sendas llamadas de Ibercaja por no haber dicho en ningún momento que tanto el libro Joaquín Costa, el pundonoroso como la reedición de Miguel Servet y el doctor de Villeneufve (y en su día la edición original) habían sido patrocinados por dicha entidad. Mis disculpas.
Aquí está el texto tal como salió de mi ordenador. Para la edición impresa, Antón pulió un poco sus preguntas y condensó alguna de mis respuestas.
¿Qué significan los centenarios? ¿Cómo se deben celebrar?
Un centenario significa que ya han pasado cien años desde alguna ocasión señalada que aún recordamos y queremos seguir recordando.
No tengo ni idea de cómo hay que celebrarlos o conmemorarlos. Yo suelo participar en los centenarios por encargo.
¿Tienen algo en común Miguel Servet y Joaquín Costa?
Mucho. Servet murió en la hoguera y Costa, en la bañera, pero por lo demás…Los dos fueron heterodoxos; los dos intentaron racionalizar algo (Servet, los dogmas cristianos y Costa, la vida pública española); los dos se ocuparon de asuntos muy variados; los dos tuvieron una vida solitaria y muy desgraciada...
Vayamos primero con Miguel Servet. ¿Cómo ves al personaje, qué es lo que te atrae de él?
Me atrae esa mezcla de brusquedad en los modos y sutileza en el pensamiento.
¿Por qué es importante para ti Servet, que debemos celebrar en pleno siglo XXI: su apología de libertad de conciencia, su sentido de la dialéctica, sus descubrimientos o ese carácter de hombre para todo: médico, teólogo, geógrafo, impresor, hereje?
Parece que lo de ser tantas cosas a la vez y no estar loco, era propio de su época: Servet era un renacentista.
De Servet han quedado dos cosas muy claras para todo el mundo: el descubrimiento de la circulación menor de la sangre y la hoguera. Mucha gente piensa que murió en la hoguera por su descubrimiento anatómico, pero lo cierto es que murió por defender sus ideas teológicas. A mí, que no sé nada de teología, me parece mucho más sutil y delicada la interpretación que hace Servet de la Santísima Trinidad (su tema favorito) que la que nos enseñaba el catecismo. Para Servet, la Trinidad quiere decir que Dios (1) se manifiesta por la Palabra (2) y el Espíritu (3). El párroco de mi pueblo intentaba que entendiéramos el mismo misterio comparando la Santísima Trinidad con un melocotón.
Sobre todo, lo que me gusta de Servet es esa modernidad propia de un poeta.
Tú lo presentas como un hombre escindido, como un perfecto esquizofrénico… Explícate.
Bueno, en mi librico sobre el esquizoide carácter aragonés, bromeaba sobre la paradoja de que un obsesionado por la Santísima Trinidad, tuviera que adoptar hasta tres personalidades distintas, precisamente, para sobrevivir a los católicos, a los luteranos y a los calvinistas.
¿No representa Servet también al chulo aragonés, al hombre desafiante, al terco que se deleita en serlo?
No diría yo que no.
¿Necesitaba Servet una muerte en la hoguera así para ocupar un puesto señalado en la historia?
Desgraciadamente, en la historia de las libertades, parece que sí. Para algunos, para Stefan Zweig, por ejemplo, del personaje de Servet sólo importa su muerte en la hoguera para que Castellio, mucho más conocido en esa historia de la lucha por las libertades, pudiera argumentar: “Matar a un hombre por defender una doctrina no es defender una doctrina, es matar a un hombre”.
Sin embargo, parece ser que el descubrimiento de la circulación pulmonar de la sangre tendría que ser motivo suficiente para pasar a la historia sin necesidad del martirio.
Por qué Costa el pundonoroso? ¿Por qué pundonoroso?
Porque lo dice él. En sus diarios, se queja de que es su pundonor el causante de todos sus problemas.
¿Tenía Costa una gran capacidad de resultar patético?
Sí, la tenía.
¿Cuál era su mayor defecto: que se tomaba demasiado en serio, que no tenía sentido del humor?
Su sobrino, Martínez Baselga, dice que tenía mucho sentido del humor pero no recuerdo que dé muchos ejemplos. La verdad es que parece que se tomaba muy en serio. Y eso, unido a la enfermedad, que le obligaba a adoptar esa pose estirada de las fotografías, hace que resulte antipático a primera vista.
¿Cómo son los diarios de Costa, qué te llama la atención de ellos?
Aparte de lo que ya hemos dicho sobre la seriedad, el patetismo, etc., me llama la atención el lenguaje que utiliza, ese lenguaje decimonónico que yo descubrí por primera vez en la Codorniz, y que aquí he utilizado, siguiendo ese recuerdo, para convertirlo en humorístico sin cambiar una sola coma.
A ti parece interesarte el Costa cotidiano, el de los pequeños detalles y miserias, el enamoradizo…
Es que en mis libros trato más de contar vidas que de explicar obras, aunque siempre vayan unidas, claro.
¿Qué es lo que te conmueve del personaje?
Me sobrecoge que no hable nunca de su madre.
Si tuvieras que ponerte algo más serio, qué es lo que te atrae del personaje, en qué parece de veras auténticamente grande.
Más serio ya no me puedo poner. Es grande, auténticamente grande, su capacidad intelectual.
¿Cómo has montado el texto, tan importante aquí y más extenso que los anteriores?
Siguiendo la biografía de Cheney, que hoy por hoy, parece la más fiable (aunque los entendidos opinan que ya ha quedado desfasada) e intercalando anécdotas de las que cuenta su sobrino Martínez Baselga, que son muy jugosas. Y, como ya he dicho, recurriendo a las palabras del propio Costa cuando es él quien toma la palabra.
Todas tus obras ilustradas son un diálogo con la historia del arte, con épocas concretas. ¿Qué has querido hacer con Servet y con Costa, con quien conversas, de quién te burlas, si te lo puedo decir así?
En cada libro suelo conversar con la época a la que perteneció el biografiado. En el caso de Servet, dialogo con Holbein, que por algo fue retratista y amigo personal de Erasmo y, en menor medida, con Il Bronzino. Cuando digo que dialogo quiero decir que les copio descaradamente. Para representar el pensamiento ortodoxo de su época, he recurrido a los dibujos de diablos y monstruitos medievales. Para interpretar al personaje de Miguel Servet, recurrí a mi buen amigo Javier de Pedro que me dejó todo su album de fotos.
En el libro de Costa, como ya había copiado sus palabras literalmente, me dio miedo que si dialogaba con su época la cosa quedara demasiado decimonónica y le hice un pequeño homenaje a uno de mis ilustradores favoritos: Wolf Erlbruch. Aunque también hay homenajes puntuales: aparece Manet, que pintó la Exposición Universal de 1867, aparece un dibujo de mi nieta…
¿Para quién son tus libros, José Luis?
Para todos los públicos.
¿Qué te permite hacer y decir el humor? ¿Qué sería de ti sin humor?
El humor me permite decirlo casi todo. Pero en ese casi cabe un mundo.
Sin humor, no me habría atrevido a escribir.
2 comentarios
cano -
Alberto Castrillo-Ferrer -
Y que estilo el de Ibercaja ¡eh!, que elegancia, que interés, que ejemplo...
¡que pena todo!