La lechera de Muñoz Molina
En el último "Babelia", Muñoz Molina publica un artículo sobre la lechera de Vermeer. Empieza diciendo que destaca sobre los cientos y cientos de obras expuestas en el Metropolitan. (Aunque la buena señora suele residir en el Rickmuseum de Amsterdam, donde tiene que competir con la señora que lee una carta junto a la ventana, que tampoco es moco de pavo y que también es de Vermeer.)
Ahí Muñoz Molina demuestra tener muy buen ojo.
El resto del artículo podría dejarse exactamente igual que está escrito si la lechera, en lugar de una pintura, fuera una fotografía.
Al final del artículo (que no tengo ahora delante) el autor apunta la posibilidad de que Vermeer hubiera conocido el microscopio y que de ahí, de haber podido ver las cosas tan de cerca, le viniera su pasión por el detalle. No entiendo lo que quiere decir pero es igual.
Resulta que, ahora mismo, en la entrada provisional al Rickmuseum, cuelga un gigantesco plotter con una descomunal reproducción de la cara de la lechera. Ante la posibilidad de ver la pintura tan de cerca, lo primero que se comprende, como ya señaló Magritte, es que eso no es una lechera. En segundo lugar, los pintores, que somos un poco zafios y sin muchos recursos léxicos, sólo podemos explicar lo que vemos diciendo que "se nos caen los cojones al suelo". ¿A qué viene esa ordinariez? A que creemos encontrarnos ante lo inefable (inefabla, en aragonés). Pero quizás un escritor con los recurso de Muñoz Molina pudiera hacer una descripción pormenorizada o aproximada de la cara de la lechera vista tan de cerca. Así estaría hablando de pintura.
Todo lo demás es literatura.
5 comentarios
Inde -
Terry -
cano -
Otro día escribiré sobre la señora de la carta.
Vicente -
Vamos, ¡que lo ha "clavao".
Harry Sonfór -
A mí me gusta mucho Vermeer, me gustan sobre todas las cosas esos brillos que pintaba sobre los tapices y las cortinas y ese mapa que hay colgado en la pared del cuadro «Militar y muchacha sonriente» ¿Ha visto esos azules? Busco en Google y encuentro alguna imagen de ese cuadro, pero en ninguna se ve ese azul que veo en la lámina de un libro de Noguer-Rizzoli que tengo aquí. Oiga, qué azul más bonito. El Vermeer era un puñetero.