B/ Los tres mosqueteros. Alexandre Dumas
Tampoco voy a ponerles en antecedentes de semejante clásico. Me limitaré a señalar algunas de las cosas que me enseñó:
- a/ Se puede ser amigo de alguien tras haber reñido con él. Esto me costó entenderlo. Yo no reñía nunca con nadie porque pensaba que sería para toda la vida.
- b/ Los cardenales pueden ser malos.
- c/ Las mujeres, peores.
- d/ Y mejores.
- e/ Las cosas pueden no ser lo que parecen.
- f/ Los fanáticos pueden ser tan corruptibles como cualquier otro. Sólo se necesita un poco más de tiempo.
- g/ Los famosos y flamantes mosqueteros eran unos simples “mandaos”. (Muy decepcionante, claro, pero, ¿a quién le interesaba ser el rey?)
- h/ Una consigna: “Todos para uno y uno para todos”.
Cuando yo era niño, la solidaridad era una cosa muy importante. Sobre todo si había que hacer frente a la banda del Pololo, que pululaba entre el Boterón y el Reformatorio, o a los hermanos maristas que pululaban por la clase y el recreo. Quizás hago mal en equipararlos. La banda del Pololo nunca pegaba con la saña de los maristas.
En 1956, influenciado, pese a todo, por mis profesores, yo soñaba con salvar a Hungría del comunismo, capitaneando una compañía de mosqueteros.
Años más tarde leí a Marx (tampoco mucho) y en seguida reconocí su consigna: “Mosqueteros del mundo, uníos”.
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