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de profesión incierta

Carne con patatas

Carne con patatas

Escribí este texto hace unos años. A un profesor de BB. AA. de Barcelona le pareció poco respetuoso y bastante gamberro.

 

 

Caixa-Forum, en la avenida del Marqués de Comillas de Barcelona. Dos exposiciones: "RODIN y la revolución de la escultura. De Camille Claudel a Giacometti" y "GIUSEPPE PENONE (Retrospectiva). El hombre frente a la naturaleza".

 

Nada más entrar en el vestíbulo de la entidad por la impresionante puerta giratoria, nos recibe, a modo de portero, el mismísimo Profeta de Gargallo. En el repulido ambiente barcelonés, parece gritar como un voceras que acabara de reconocer a un paisano: ¡¿Ande vas?!

 

Las dos exposiciones que comentamos se encuentran frente a frente. Vayamos por orden, empecemos por Rodin. Al entrar en su sala, un extenso rótulo nos advierte de los problemas que tuvo en su época por innovador y revolucionario. No me extraña. Sus contemporáneos debían preguntarse estupefactos: ¿Escultura? ¿o es culturismo? En las figuras de Rodin, el músculo está al servicio del agobio. Sus figuras sufren y gozan con todo el cuerpo de forma animalesca. ¿Es fuerza o esfuerzo? El Pensador sueña un nuevo récord. No creo que pasara un control anti-doping.

Rodin, siendo buenísimo, abrió de par en par las puertas del Infierno. Como un titán. La maqueta grande de su Puerta del Infierno es una auténtica locura. Contagiosa, además. El número de sus epígonos es tan inconmensurable como la eternidad del fuego eterno. Los músculos se hipertrofian, las caras se desencajan, los cuerpos se descoyuntan intentando seguir al maestro.

Las figuras de Rodin llegan a fragmentarse( la magnífica Meditación sin brazo) anunciando la modernidad. Bourdelle, caricaturizando al maestro, casi la alcanza. Esta idea de la caricatura como origen de la modernidad no es ninguna broma.

 

Los excesos de musculación y expresividad se dan de morros, como no podía ser menos, con el rigor cubista: los cuerpos, ahora, pretenden imponerse por su propio volumen, sin aspavientos. Pero, reducidos a escueto volumen, caen por su propio peso en la geometría.

Giacometti, prescinde de los aspavientos y del volumen y, tras pensárselo dos veces, en 1959 retoma el movimiento del hombre que camina de Rodin. Sólo que, a estas alturas de la película, el andarín está ya exhausto, en los huesos.

 

Diez años más tarde, las cosas no han mejorado mucho. Giuseppe Penone, pretendiendo rescatar un árbol de la viga que lo contiene, consigue dejarlo en la puritita raspa. Y es una presencia contundente: del hombre apenas queda rastro.

Penone, como tantos artistas conceptuales, se tiró al monte. Ya lo he recordado otras veces: “Pa’l monte, idea”.

Con los años, como tantos artistas conceptuales, vuelve a la civilización con el nabo entre las piernas. Todos empezaron trabajando con las vitales fuerzas naturales y han acabado haciendo “naturalezas muertas”.

Veamos algún ejemplo. Penone, de joven, cuelga una jaula-trampa de un árbol y espera que el crecimiento del mismo la inutilice. Años más tarde, forra una sala con millones de hojas muertas de laurel enjauladas en tela metálica. Una monitora se esfuerza por convencer a un grupo de estudiantes de que es un espacio muy agradable. No sé; he de reconocer que no tengo olfato.

Penone, de joven, fotografía ligeros soplos de polvo deshaciéndose en la penumbra del bosque. Años más tarde, los soplos se solidifican en arcilla, con glotis y todo, y ocupan la sala completa de un museo.

En sus últimas obras, la corteza de los árboles está repujada en cuero; las raíces, talladas en mármol y las ramas, vaciadas en bronce. La representación de la naturaleza en Penone es tan incolora o monocroma como la escultura del siglo XIX. Paredes enteras forradas de espinas de acacia y ni una sola gota de sangre de los operarios.

En un rincón, sin embargo, destacan los puntos verdes de los grillos que van creciendo en un montón de patatas. Sólo las que son de bronce permanecen inalterables. Es lo que pasa por contar las mentiras del arte con patatas de verdad.

La vida es breve; el arte, largo, pero qué quieres que te diga…

 

Tanta tendencia a la extenuación, tanto en el arte de la naturaleza como en la naturaleza del arte, puede explicar la deriva de los artistas hacia la realidad virtual.

Si el arte es la mentira por antonomasia (como ya demostró Oscar Wilde, aunque se tienda a olvidarlo), de echarla, echarla gorda.

 

 

2 comentarios

cano -

Tienes razón, me puse muy tajante.
Lo de la monitora, en cambio, era necesario porque, sin olfato, yo no podía captar la obra en conjunto.

marta -

No crees que eres demasiado tajante?A mi personalmente me encanta la obra del artista Giuseppe Penone. Además, si te interesa y te gusta el Arte, desde cuándo debemos hacer caso de los comentarios de una "monitora"?