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de profesión incierta

Muchas gracias

Muchas gracias

Ayer, por fin, presenté mi libro. Muchas gracias a todos. A los que pudieron venir y a los que me enviaron disculpas muy cariñosas y divertidas; a los que no pudieron venir y no dijeron nada; a los que compraron el libro y a los que no... A mis presentadores, con los que me reí y me ruboricé al mismo tiempo... En fin, que muchas gracias por haber desmentido los vaticinios de mi madre. A pesar de la puta calor.

En mi intervención, esto es lo que dije, más o menos:

 

Buenas tardes, señoras y señores.

Este, más que un libro sobre los somardas, es un libro somarda.

Dicho esto, pasemos a los agradecimientos: Sé lo que están pensando… Lo único que puedo hacer es darles 5 segundos para que abandonen la sala: Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco.

Bien. Agradezco, en primer lugar, que hayan optado por quedarse. No saben cómo se lo agradezco, de verdad. Muchas gracias, son ustedes muy amables.

 

En segundo lugar, mis agradecimientos a la IFC, con la que mis relaciones laborales se remontan al pleistoceno. Antes incluso de que trabajara para esta augusta casa, en el Plioceno exactamente, desde Andalán le encargaron a un alumno mío un dibujo sobre la “Fernando el Católico”. Mi alumno convirtió al rey Fernando en un travesti. La “Fernando el Católico”. Si mi alumno tenía poco conocimiento, los de Andalán aún tenían menos, porque decidieron poner el dichoso dibujo en la cubierta. A pesar de semejantes inicios, mis relaciones con la docta casa han sido siempre excelentes, como demuestran las múltiples veces que me han pedido que colaborara como ilustrador, diseñador e incluso escritor. Qué cosas.

Gracias, pues, a su director, Carlos Forcadell, y a todos sus colaboradores por haber tenido a bien publicarme este librito. Por cierto, Carlos, ¿no estabas tú en Andalán en aquella época que he comentado? No sé, igual estoy metiendo la pata…

Ahora que lo pienso, igual este libro es tan inapropiado como la ilustración de mi alumno y estamos como entonces… En fin, vamos a dejarlo.

Mi agradecimiento a todos los profesionales de la casa: mil gracias a Álvaro Capalvo, que está en todo. Por ejemplo, en que las ilustraciones de este libro vayan salpicadas entre el texto en lugar de apelotonarse como materiales complementarios al final del libro: ha sido cosa suya. Gracias, Álvaro.

Gracias también a Ana González, que se dio cuenta de que había firmado el contrato de edición en el sitio reservado al Presidente de la Diputación y sugirió que sería más fácil que volviera a firmar en el lugar que me corresponde que organizar otras elecciones. Gracias, Ana.

Y gracias también a Virginia Tabuenca, que fue mi excelente anfitriona en la Feria del Libro de Zaragoza y me contó anécdotas muy sabrosas de la vida cultural zaragozana. Gracias, Virginia.

 

En tercer lugar, mis agradecimientos a María Ángeles Naval, responsable máxima de la colección Letra Última, en general, y de la edición de mi libro en particular.

Mª Ángeles me invitó a participar en una mesa redonda sobre el humor en la Transición y lo que dije allí le pareció digno de publicarse aquí.

–Eso tendrías que escribirlo. Yo te lo publico.

Terminó la mesa redonda, pasamos al Continental a tomar una caña, fuimos al Circo a comer un pincho de tortilla… La noche se alargó y Mª Ángeles, Carmen Peña, Ignacio Peiró y yo, terminamos a las tantas en el Basho, un local de pijos con nombre de poeta japonés. Manda tamagos, que es como se dice huevos en japonés.

Al final, Mª Ángeles me reiteró el encargo.

–Tómate en serio lo que te he dicho.

Yo tenía un proyecto que coincidía con el encargo de Mª Ángeles, pero estaba sin desarrollar. A la hora de ponerme a escribir, como por algún sitio tenía que empezar y no tengo imaginación, empecé contando aquella noche. Le envié el primer capítulo a Mª Ángeles y me respondió con un escueto e-mail:

–Supongo que será broma.

Claro, dicho así, puede parecer que esa noche pasó algo digno de contarse, pero les aseguro que lo único que hicimos fue reírnos.

Así que empecé otra vez y ya fue todo sobre ruedas. Bueno, cuando entregué el libro no había ni un euro para cultura, así que todo iba sobre ruedas pero sin gasolina. Hubo que esperar a que pasaran las elecciones municipales y autonómicas. Después, algo pasó, que tuvimos que seguir esperando… En fin, que en todos estos años he podido añadir muchas cosas, que han hecho el libro menos breve pero más universal. Y he añadido dibujos. Hace sólo tres meses, este libro no tenía dibujos. Y eso ha sido cosa de María Ángeles, que insistió sibilinamente (no sé si en plan Delfos o en plan Cumas) hasta salirse con la suya.

Gracias, Mª Ángeles, en nombre del querido público que, en los libros, prefiere los santos a la letra.

 

Tengo que agradecer a José Luis Calvo Carilla su impresionante presentación. Creo que es una de las más profundas, informadas y ponderadas que me hayan hecho nunca. Así es José Luis. De hecho, aquella noche de la mesa redonda, donde empezó todo esto y donde también actuó, se retiró mucho antes de llegar al Basho. Y así le cunde como le cunde, claro.

Lo que he aprendido con su presentación. Lo que sabe este hombre. Lo de Giménez Caballero, por ejemplo. O lo de Bergamín. O lo de Braulio Foz. O lo de Cristina Peri Rossi. O lo de Pedro Manuel de Urrea, con el agravante de que en este caso hice el retrato ficticio del propio sin enterarme de que escribía cosas como las que cita José Luis.

Sólo por haber dado pie a su enjundioso prólogo, me siento orgulloso de haber perpetrado este librico.

Espero que, algún día, José Luis escriba el libro que equivocadamente estaban esperando todos los que conocían el título del mío.

Gracias, José Luis.

 

Mi agradecimiento a Stella y Paco, de Industrias Gráficas Sansueña, esa extraña pareja, por utilizar un título cinematográfico, aunque lo suyo sea más lo precinematográfico.

Después de andar por los despachos de palacio, ir a la imprenta es como bajar a la cocina: lo más sabroso. Y eso que Paco y Stella son vegetarianos.

Lo que nos hemos reído en esa casa. Paco y yo no paramos de decir tontadas o barbaridades, mientras Stella intenta controlarnos y Teresa espera flemática que acabemos para seguir resolviendo problemas. Tengo que decir que Teresa maneja los programas de maquetación con la precisión y la soltura de una primera bailarina y que Stella y Paco se manejan entre ellos como en el paso a dos del lago de los cisnes. Gracias por tan buenos momentos, que ya no volverán.

 

Bueno, ustedes pueden ver como ha quedado el libro. Y, además, como dice Stella, que casi no pesa, lo cual, a los que padecemos del lumbago, nos hace mucho bien.

Por cierto, gracias a Javier Torres, que llevó los ejemplares de la encuadernación a la Institución y gracias al señor que me trajo los ejemplares que me corresponden de la Institución a casa, precisamente cuando no estaba, por lo que me los dejo en el puesto de verduras del mercadillo. Y gracias a Mª Jesús, también, que me los guardó tan amablemente entre las lechugas hasta que llegué a buscarlos. Muchas gracias.

 

Gracias a Isidro Ferrer por su ilustración de cubierta.

Se podría decir que Isidro y yo hemos llevado vidas paralelas pero de sentido contrario. El empezó en la Escuela de Teatro y yo en la de Artes; ahora él es Premio Nacional de Diseño e Ilustración y yo hago cursillos de payaso. Pero en algunos puntos, como ya he dicho, a pesar de ser vidas paralelas, hemos llegado a encontrarnos según la conocida teoría del punto gordo. Y este libro es uno de ellos.

Yo no quería que mi libro llevara dibujos, entre otras cosas, para no entrar en contradicción con la cubierta de Isidro, pero ha solventado el problema estupendamente, sacando a uno de mis dentones, rodeado de ojos, con una cuña como la famosa de Malevich. ¿Esto qué requiere?

Ya saben que el mensaje estético es ambiguo y autorreflexivo. O sea, que no sé si Isidro ha amontonado en la cubierta todos los ojos que les faltan a mis personajes o si ha ilustrado mi sospecha de que el humor, como diría Platón, está en el ojo o en el oído del observador más que en el garganchón del que lo emite.

Hay una tercera opción, pero no sé cual es.

Gracias, Isidro.

 

Muchas gracias a los responsables del Museo, que no sólo nos han cedido este marco incomparable, con perdón, si no que recientemente han tenido a bien colgar un dibujo que hice para promocionar este marco incomparable, con lo que no sé si he entrado en bucle.

 

Muchas gracias a los portadores, Félix y Eva, Eva y Félix, que de las dos maneras puede y debe decirse, por el interés que se han tomado para organizar esta presentación que, entre unos y otras, no ha sido nada fácil. Lo bueno que tienen los portadores es que, cuantos más problemas hay, más se ríen. Gracias, Eva, gracias, Félix.

 

Ahora seguiré con los agradecimientos a todos los sabios y a todos los tontos que dijeron las cosas que he recopilado. Y a quienes las publicaron en su momento. Y a quienes me vendieron los libros en que aparecen estas citas, Eva y Félix, por ejemplo, o incluso a los conductores de autobús donde he escuchado tantas de ellas… Y a mi familia, que me proporcionó algunas de las anécdotas más sabrosas, empezando por mi madre y acabando por mi nieta.

Pero creo que me hacen señas de que no tenemos tiempo… Así que, por lo menos, si se compran el libro, mírense la bibliografía.

 

Gracias, en fin, a Emilia, a quien está dedicada esta antología. A ella y a su achampañado sentido del humor. Por supuesto, achampañado no tiene nada que ver con san Marcelino Champagnat, fundador de los hermanos maristas, cuya fiesta celebramos el pasado lunes, pero sí que es un adjetivo de procedencia francesa. A Emilia, Louis de Funes le produce el mismo estupor que Paco Martínez Soria. Sin embargo, es más partidaria de Alain Delon que del general Palafox. También es más partidaria de Nacho Duato, aunque no sea francés, que del Verrugón. Después asegura que no le interesan los hombres guapos, mientras clava su pupila, en mi pupila azul. ¿Qué es ironía? ¿Y tú me lo preguntas? ¡Ironía eres tú!

No diré más.

Ya sé que luego a la salida, me lo reprochará: “¡Qué poco!”

Y tendrá toda la razón pero, para justificar mi brevedad, voy a leer unas breves líneas de mi breve antología:

 

 “Lo normal es hablar poco”, dijo Lao Tsé. "Se debe ser veraz, no charlatán", dijo Demócrito. “Guarda silencio mientras no tengas necesidad de hablar”, dijo Pedro Alfonso. “De lo que no se sabe, mejor callar”, dijo Wittgenstein. “Lo bueno si breve, dos veces bueno”, dijo Gracián. “Lo bu si bre, dos veces bu”, dijo Gila. “Y aún lo malo, si poco, no tan malo”, insistió Gracián, poniéndose ya un poco pesadico.

 

Tras estas líneas, sólo puedo callarme, pero antes, si me lo permiten, quiero presumir un poco de que sin haber leído a estos sabios, yo ya me callaba mucho.

De hecho, las memorias anteriores al uso de razón que estoy terminando de escribir, llevan ese título: Me callo.

Muchas gracias.

 

 

 

2 comentarios

cano -

Lo primero es lo primero. Abrazos

Lola -

Eres Genial…!

De mayor quiero ser como ¨vos¨.
Siento decirte que el Vos no es de respeto, que te lo tengo y mucho, si no de Nicaragua.
Como siento No haberme enterado, he estado estudiando con dos doctoras de Nicaragua sobre Nueva Medicina Germanica y profundizando sobre: La toma de Agua de Mar como ¨Medicina¨.
En cursos en peñiscola, Badalona, Begur…estos Catalanes saben hacer las cosas