Kolumba
Kolumba es un museo diocesano de vanguardia, una contradicción en sus términos. Kolumba es el museo del arzobispado de Colonia. Levantado sobre las ruinas de un antiguo convento, el edificio es obra (magnífica) de Peter Zumthor.
En el interior, el edificio establece un fluido diálogo con el yacimiento arqueológico del antiguo convento y, más arriba, en las salas del museo, las obras antiguas siguen dialogando con las contemporáneas.
Al parecer, se expone una brevísima selección de los fondos del museo que va rotando periódicamente. El montaje es magnífico y te deja con la boca abierta en un santiamén.
Una vez recuperado, adviertes que el montaje no sólo es bellísimo sino pertinente: El montaje hace decir a las obras lo que quizás nunca habrían sospechado sus autores. Algo parecido pasa con la lectura que hace San Clemente de los fragmentos de Heráclito: que ves como, arrimando el ascua a su sardina, se lleva el gato al agua del mismo río, dos veces y las que haga falta. Si la Iglesia lo hizo con los clásicos, e incluso con todas las festividades paganas, solsticios incluidos, no va a dejar de hacerlo con el arte contemporáneo por muy difícil que pueda parecer en principio.
Para que entiendan un poco mejor de qué va la cosa, les pondré algún ejemplo:
Frente a dos custodias de oro, el inmenso cuadro granate de Phil Sims se transustancia en la Sangre de Cristo inevitablemente; junto a un apostolado gótico con sus policromías y sus dorados, el perchero con gabardina y sombrero sobre enorme fondo de oro de Kounellis es la viva imagen de la presencia o la ausencia de Jesucristo; el misticismo de Chillida en sus homenajes a San Juan de la Cruz parece sobrepasar a la sencilla talla románica que los contempla...
Así, sala tras sala, pasamos del Dolor a la Trascendencia, de la Pasión a la Resurrección, de la Vida a la Muerte y de la Muerte a la Vida, saltando los siglos de seis en seis o de siete en siete, con una intensidad a la que no estamos acostumbrados. El vértigo que produce el vaivén conceptual al que se nos somete, es mucho más intenso que el llamado mal de Stendhal.
Ante tanto poderío intelectual, ante tan sutiles como arriesgadas estrategias, el visitante zaragozano no puede por menos que recordar los patéticos intentos de nuestro Cabildo Metropolitano por cubrir con Pintura alguna cúpula del Pilar.
Ahora bien, tratándose de Nuestra Santa Madre Iglesia, no se sabe qué da más miedo: si el provincianismo de los unos, el cosmopolitismo de los otros o las dos cosas juntas.
La fotografía es de Frank Peter Lohoff.
1 comentario
Piragüista -
http://www.youtube.com/watch?v=QRSz4_HrH9I