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de profesión incierta

Un señor al que acabo de conocer y yo

– Hombre, algo tenemos en común: las gafas y la barba, jajaja...

– Es verdad.

– Yo, ¿sabes?, soy aficionado a la pintura...

– ¡Anda!

– ¿Qué pasa?

– Que ya tenemos algo más en común.

– ¿También pintas o qué?

– Sí.

– ¿No te dedicarás a eso?

– Más o menos.

– Bueno, yo soy aficionado, ¿sabes? Habré pintado siete u ocho cuadros.

– Yo, algunos más.

– Es que no es para mí. Mira, cuando acabo el cuadro me quedo satisfecho pero mientras lo pinto... ¡Uf! La ansiedad, ¿sabes?, la ansiedad... Que se pasa muy mal.

– Qué me vas a contar a mí.

– Pues, eso, que yo... no... A mí me gusta vivir tranquilo, prefiero oír música que ponerme de los nervios porque no te sale lo que quieres. No, no... ¡Hay que tener la olla un poco p’allá para dedicarse a eso! Oye, perdona, ¿eh? Que yo me pongo a cascar y no sé lo que digo.

– No, no, si tienes toda la razón.

– Ya te digo, a mí me gusta vivir con clama, que ya he pasado lo mío. Yo empecé de pastor, ¿sabes? Quince años me pegué.

– ¿Y qué años tenías cuando empezaste?

– ¡Once! ¡Bah... No sabes tú lo que era eso!

– Me imagino. Hombre, hay otro pintor muy famoso que también empezó de pastor.

– ¿Quién?

– Giotto.

– ¿Giotto? ¿Italiano o qué?

– Sí, señor: italiano.

– Pero empezar de pastor no es garantía de nada, ¿eh? Hay cada uno...

– Como en todos los sitios, me imagino.

– ¡Bah... te podía contar...! ¿Me dejas que te cuente una anécdota que me pasó el otro día?

– Faltaría más. Cuenta, cuenta...

– Pues llevé unos cuadros a la droga de Borja donde compro los lienzos, porque en mi pueblo no hay nada de eso, y estaba allí la mujer que pintó el Ecce Homo.

– ¡Anda!

– Y me dice: "¿Eso lo has pintado tú?", y digo: "Sí, señora", y se queda mirando y me dice: "Oye, ¿cómo lo haces?", y digo, jaja: "¡Yo qué sé, le doy así...!" y me decían los otros: "No le digas como lo haces, ¿por qué le tienes que decir a ella cómo se hace? ¡Que se joda, que ella sale en la televisión y todo!

 

 

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