Marca Zaragoza
Insisto en el tema sin frivolidades freudianas.
En el Principio, los lugares sagrados podían ser árboles o cuevas. El árbol sagrado señalaba el centro del mundo, un centro que, según Eliade, no era geográfico sino mítico: el árbol sagrado ocupaba el punto en el que se conectaba la tierra con el Cielo y el Infierno (Inframundo le dicen ahora). Muchísimos años después, el árbol pudo ser sustituido por una piedra erecta.
Pues, bien: en le reparto de cuevas y piedras, a Zaragoza le tocó piedra, como saben hasta los niños de pecho que pasan por el Manto. Querer representar a Zaragoza con una cueva (el Pabellón Puente) no se le ocurre ni al que asó la manteca, Juan Alberto.
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