P/ Sonata de estío. Valle-Inclán
De los escritores del 98, Unamuno me amargó la vida con “El sentimiento trágico de la vida”, Baroja me divirtió muchísimo con las aventuras de sus héroes y sus categóricas opiniones y Valle-Inclán me sedujo con su peculiar lenguaje y el irónico dandismo del marqués de Bradomín, feo, católico y sentimental, como era yo, aunque me faltara el cinismo suficiente y me sobrara timidez a raudales para recorrer el camino del libertino con semejante equipaje. De todas sus aventuras, la que más me gustó fue la de México. Sus amoríos con la Niña Chole me descubrieron, tras el erotismo pagano de Dafnis y Cloe o el exótico de las mil y una noches, los refinamientos del erotismo decadente. Con dieciséis años y sin estrenar. Lo que puede un libro.
Añado una anécdota erótica, con el aroma de aquellos tiempos, para alimentar su morbo:
El colegio de los maristas era sólo para chicos. Mi grupo de boy-scouts, como su propio nombre indica, también. Así que mi relación con ellas era prácticamente nula. Me daban miedo.
Aquella Noche Vieja, los scouts de mi patrulla, que es como llamábamos a la pandilla, decidimos pasarla bebiendo y charrando en la torre de los padres de Pedro Fondevila. Allí estábamos tan campantes, hablando de literatura y de mujeres con una copa en la mano como unos hombretones, cuando entró el torrero con un amigo suyo para ver qué hacíamos. Se alegró muchísimo de que estuviéramos solos porque sus hijas y las hijas del guardia civil que vivía enfrente, estaban solas en la casa de al lado. Así que decidieron organizarnos un guateque y pasar a buscarlas. Estábamos todos excitadísimos pero Fondevila nos advirtió de que no nos hiciéramos ilusiones. Efectivamente: pasaron las mozas, muy feícas las pobres, escoltadas por toda su parentela. Los mayores se pusieron en corro alrededor de la habitación y empezaron a azuzarnos para que saliéramos a bailar entre risotadas y chascarrillos. Naturalmente, sus pobres hijas aún tenían menos ganas de bailar que nosotros.
Qué ratico más malo pasamos. No sé ni como fuimos capaces de superar el trauma de aquella primera vez.
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