Ajubel
Esto es más o menos lo que dije en la presentación de Ajubel.
No sé en verdad cómo hablar de él; no puedo describir sus pinturas, son demasiado vastas y hay demasiadas. Es el impulso interior de su espíritu lo que hay que describir, pues me parece que en él se descubre un estado único, la fulminante inspiración. Sin duda palabras mayores, pero que corresponden a hechos precisos de los que pueden citarse ejemplos. En ciertos momentos extremados, ante un gran peligro, en una súbita conmoción, el hombre percibe claramente, en un relampagueo, con terrible intensidad, años enteros de su vida, paisajes y escenas completas, a veces un fragmento del mundo imaginario: los recuerdos de los asfixiados, los relatos de quienes estuvieron a punto de ahogarse, las confidencias de los suicidas y de los fumadores de opio, los Puranas hindúes, todos dan fe de ello. La potencia activa del cerebro, repentinamente centuplicada, hace vivir al espíritu en ese instante abreviado más que en todo el resto de su vida. Es cierto que lo más corriente es que salga de esa alucinación sublime postrado y enfermo, pero cuando el temperamento tiene la fuerza suficiente para soportar sin desequilibrio ese choque eléctrico, el hombre, como Lutero, San Ignacio, San Pablo y todos los grandes visionarios, lleva a cabo obras que sobrepasan la capacidad humana. Así acceden a la imaginación creadora los grandes artistas…
Él no elige, su visión se le impone; una escena imaginaria le aparece como si fuera real; en un arranque, al instante, la copia con sus rarezas, sus imprevistos, su enormidad, su hormigueo; recorta un troza de la naturaleza y lo lleva a la tela, tal cual, con la imprevisión y la potencia de la creación espontánea que no sabe de combinaciones ni titubeos. Y no son dos o tres personajes lo que pinta, sino una escena, un fragmento de la vida, todo un paisaje y toda una arquitectura poblada.
Este texto es de Hippolyte Taine y está dedicado a Tintoretto
Pero lo mismo puede servir para Ajubel o Robinson.
Queda claro que lo importante es la fuerza. Lo digo porque yo nací asfixiado y ando sobrado de inspiración, pero soy de los que no superaron el choque y he acabado enfermo y postrado, siempre malico. Por eso le tengo mucha envidia a Ajubel, por la tremenda fuerza caribeña que tiene. Sólo espero que mi envidia sea sana porque, si no, ya es lo que me faltaba.
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