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de profesión incierta

Vicente Ferrer y "Zaragoza"

Vicente Ferrer y "Zaragoza"

Este texto también lo escribí por encargo de Rosa Tabernero. La ilustración la he sacado de mi libro sobre el Papa Luna. Es el retrato de San Vicente Ferrer. Se parece mucho a Vicente Ferrer.

 

Vicente Ferrer es un editor con sentido del humor. Así que no le importará que cuente como conseguimos hacer el libro de Zaragoza.

Este es un libro de encargo, de un encargo hecho a mi medida. Vicente Ferrer, editor de Media Vaca, abrió una nueva colección sobre ciudades del mundo, en la que los autores de los libros fueran ilustradores residentes en ellas y buenos conocedores de sus entresijos. Ya había encargado Tokio y Buenos Aires y pensó que la tercera ciudad podía ser Zaragoza y que el autor podía ser yo. Mira por dónde.

Cada libro tendrá unas características distintas. Así, por ejemplo, Tokio es un libro infantil y Buenos Aires, una recopilación de impresos pertenecientes a la colección del propio ilustrador.

Vicente, conocedor de mi trabajo, porque yo mismo me había encargado de hacérselo llegar, me propuso que Zaragoza reuniera una colección de retratos de zaragozanos de todas las épocas y de toda condición.

Me dio muchas más indicaciones.

Vicente es un editor que se siente coautor de los libros que edita. Muchas veces le preguntan sobre el significado del nombre de su editorial y su logotipo. Al margen de la respuesta que dé él, mi teoría es que la media vaca representa la autoría que se adjudica como editor. La mitad o más. Lo malo es que ha elegido la parte de la cabeza y al autor le deja la otra mitad, precisamente.

Como iba diciendo, me dio muchas más indicaciones sobre mi trabajo. El libro sería cuadrado, de 17 x 17 cm., cada personaje ocuparía dos páginas enfrentadas, en las que irían texto e ilustración; las ilustraciones, evidentemente, serían retratos y los textos, breves apuntes anecdóticos (en el caso de personajes muy conocidos) o breves apuntes biográficos (en el caso de los desconocidos). Habría un total de 50 personajes con lo que el libro tendría algo más de 100 páginas. La portada corría de su cuenta para unificar el diseño de la colección. Y por supuesto, el libro, como todos los de la editorial, estaría impreso a dos tintas.

 

Después llegaron las negociaciones. Vicente me dijo que salía más barato hacer los libros de 16 x 16 que de 17 x 17 cm. Yo ya lo sabía pero le dije que no eran lo mismo 16 que 17 cm., que un centímetro importa. Como él también lo sabía, batalló hasta conseguir un papel que permitiera volver a los 17 x 17 cm., aunque el libro salió sensiblemente más caro. O, por lo menos, eso me dijo.

Más tarde, discutimos por la segunda tinta, que en principio iba a ser azul. El azul da muchos problemas en las artes gráficas y además recordaba mucho alguno de los libros más emblemáticos de la editorial, así que lo desechamos y empezamos a probar con la gama Pantone y con otros muchos muestrarios de papel, hasta arriesgarnos con esa especie de caqui que creo que quedó bien.

También discutimos el asunto de la maqueta. Mandé el libro completamente maquetado, sin saber que era la primera vez que alguien hacía algo parecido. Vicente, desconcertado, me escribió una nota un poco “sadiana” en la que me explicaba la necesidad de “hacer suyo el libro”. Creo que volvió a maquetarlo de cabo a rabo hasta tres veces seguidas.

También trabajó en ampliar unos milímetros mis ilustraciones para evitar que las “sangre” se comieran algún trazo. Apuro demasiado el espacio. Es algo que no me perdonará en la vida.

Y, a partir de algunas ilustraciones que le mandé, tras ponernos de acuerdo, compuso los sellos y matasellos que completan la parte gráfica del libro.

Yo había elaborado varias listas de zaragozanos y llegué a reunir ciento y pico. Al final, tras arduas negociaciones lo dejamos en 80, frente a los 50 que había calculado él.

 

El primer trabajo, pues, fue la elaboración de listas. Es curioso como, en estos casos, empiezan a llegarte informaciones que no te llegan habitualmente o cómo prestas atención a cosas que normalmente no te interesan. Algunas de las informaciones me llegaron del propio Vicente que se conoce muy bien esta tierra, por parte de abuelo.

 

Estoy haciendo una descripción del proceso de trabajo. No piensen que me quejo de la precisión del encargo ni del detallado seguimiento del editor. En mis años de profesor, en la Escuela de Artes, aprendí que, cuantos más condicionantes introduzcas en un ejercicio, más altos serán los niveles de creatividad alcanzados.

 

Además del compromiso con el editor, tenía otro compromiso importante con el tema, con Zaragoza, mi hermosa ciudad, ejem, como dice el título de la colección. Algunos me han dicho que podría completar la serie con sendos libros sobre Huesca y Teruel. La verdad, me parecería una grosería hablar en el mismo tono de ciudades que no son la mía. Mantengo con Zaragoza la clásica relación de amor-odio y eso, señoras y señores, sólo pasa con una ciudad en la vida. A parte de que no creo que Vicente estuviese por la labor.

En ese sentido, que el encargo viniese de Valencia y que no me fuera a pagar Ibercaja, como hacía habitualmente con los libros de Xordica, me daba una libertad inédita. Y reconozco que es más un problema de autocensura y neurosis local que de otra cosa, porque nunca he tenido problemas de ese tipo con Ibercaja a la que, por otra parte, tanto debo.

 

Para finalizar: A lo largo de la realización del libro, discutimos mucho el motivo para ilustrar las guardas. Al final, recurrimos a la comparsa de Cabezudos de Zaragoza y aproveché para meter una vez más a mi nieta. Cuando se vio retratada, me preguntó: “¿Y por qué estoy solita?” Le dije: “No estás solita. Fíjate cuantos niños…” “Sí, pero, y tú, yayo, ¿dónde estás?”

Vicente me ha prometido que en la próxima edición apareceré corriendo los cabezudos con mi nieta, para que no esté solita. Es lo que tiene trabajar buenos editores.

 

 

 

 

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