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de profesión incierta

H/ Relatos de fantasmas

H/ Relatos de fantasmas

No contento con el sueño del puñetero Pepito, me leí las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, los Cuentos de Edgar Allan Poe, el Drácula de Bram Stoker y otras muchas historias de fantasmas y similares.

Drácula lo leí también con fiebre y fue una experiencia inolvidable.

Después descubrí a Nosferatu, pero esa es otra historia. De cine.

Mis pesadillas eran prodigiosas. Una de las más repetidas era la de que entraba en un iglesia barroca que, de pronto, se convertía en un museo lleno de salas repletas de Cristos yacentes, Vírgenes embutidas en fanales, momias engalanadas y recostadas en sus urnas y otros tantos horrores de la imaginería religiosa. Siempre me perdía en aquel laberinto y nunca conseguía encontrar la salida. Me despertaba aterrorizado.

De mayor me enteré de que había tardado 40 horas en nacer y de que lo había hecho asfixiado. En plan freudianico, deduje que mis pesadillas eran un reelaborado recuerdo de mi nacimiento, influenciado por mis visitas a la iglesia de San Cayetano en Semana Santa, y me quedé tan pancho. En realidad, creo que aún lo pienso. Y pienso que quizás tendría que añadir a esta lista algún título freudiano.

Pero, volvamos a mis pesadillas: Un día, en el semanal de El País, vi un reportaje sobre el convento de las Descalzas Reales de Madrid y reconocí asombrado el escenario de mis sueños.

Pregunté a mis padres si había estado alguna vez allí, pero ni ellos lo conocían. Así que me fui a verlo y me encontré con que estaba cerrado por obras. Tuve que esperar dos años.

Por fin conseguí entrar y, de mala gana, me uní a la visita guiada pues no había otra alternativa. La guía, por la forma de expresarse, debía ser legionaria de Cristo Rey. Un señor me comunicó vehementemente lo indignado que estaba con sus comentarios. Para todo tenía pero, en aquel momento, yo iba a lo que iba.

El convento, tal como me esperaba, era el escenario de mis pesadillas. Lo recorrí sobrecogido, descubriendo los Cristos yacentes, los fanales con santa, los Niños de Pasión, los trampantojos, los recovecos, los relicarios…Al entrar en una sala, descubrí sobre un altar, una alpargata-cilicio que no había visto nunca. Mientras la contemplaba fascinado a la par que aprensivo, oí decir a la guía:

    Y aquí tienen ustedes este Niño Jesús, de Alonso Cano…

Me volví como un rayo y vi al Niño Jesús, sentado en un sillón, con la cabeza apoyada en la mano, dormidico como un tronco, que era mi vivo retrato a los tres o cuatro años.

Entonces, como Chuang Tzu, no supe si yo era un señor que había soñado que se perdía por las Descalzas Reales, o soy un sueño que tiene el niño dormidico en el convento.

 

La imagen corresponde a la escalera principal de las Descalzas Reales.

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