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de profesión incierta

El niño que todos llevamos dentro

El niño que todos llevamos dentro

Durante los encuentros de literatura infantil y juvenil, hemos hecho lo posible y lo imposible para que saliera el niño que todos llevamos dentro. El mío, por cierto, se llama Pepe. Es curioso: el niño que todos llevamos dentro sólo sale cuando estamos trabajando. Habría sido bonito que hubiesen salido los niños que todos llevamos dentro y se hubiesen puesto a jugar al corro. O a médicos. Hemos hecho lo posible y lo imposible, ya digo, para que saliesen los niños que todos llevamos dentro: contar cuentos, cantar canciones, hacer novillos, gastar bromas, ver títeres... Pero, en cuanto se asomaban los niños que todos llevamos dentro, aparecía la economía de mercado, la política comercial de las grandes editoriales y las normas presuntamente obligatorias de lo políticamente correcto y no había nada que hacer.

Por fin llegó un hada buena en nuestra ayuda, pero no una cursi de esas de capirote con una varita mágica en la mano, no, un hada de pelo blanco con una muleta en una mano y un güisqui en la otra: El hada Matute, nada menos. El hada Matute dijo: “He sufrido mucho”. Y nos acongojó. Y dijo: “La patria del hombre es la cama”. Y nos encandiló. Después nos contó el sueño de los cosacos: “Yo soy un joven cosaco que cabalga el último de una larga fila de cosacos. En cabeza cabalga el patriarca de los cosacos con un gran mostacho. De pronto se para y hace un gesto así, un gesto precioso que me encanta, y nos paramos todos. Acampamos en círculo alrededor de un gran fuego apoyados en las sillas de montar. Entonces empiezan a cantar los cosacos y, señores, ¡cómo cantan los cosacos! Empiezo a entrar en el sueño con los cosacos y ¡qué maravilla, señores, entrar en el sueño con los cosacos!”

Los niños que todos llevamos dentro han empezado a salir emocionados y se dirigen trotando hacia el sueño del hada Matute. Entonces se oye una gran algarabía en la escalera y los niños que todos llevamos dentro gritan jubilosos: “¡¡Los cosacos, los cosacos!!” Pero no son los cosacos: son las niñas de primera comunión de Albarracín que vienen a que el hada Matute les firme sus cuentos. Los niños que todos llevamos dentro hacen ¡plop! muy cortados y desaparecen. El hada Matute tiene un golpe de tos y Antón Pirulero le ofrece un vaso de agua. El hada Matute se indigna: “¡¡Agua, nunca!!”

–“¿Y un poquito de güisqui?”

–“Tampoco es eso.”

 

1 comentario

Inde -

El único problema del niño que todos llevamos dentro es que, a nada, desaparece o se esconde. Le rompen el momentico de magia, y adiós.

No, si es que tiene que ser así, si no puede ser de otra manera... pero vaya, que igual tendríamos que animarlo a que fuera un poco más descarado...