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de profesión incierta

ORDESA INVISIBLE

ORDESA INVISIBLE

Hay paisajes imposibles de pintar y algunos, incluso, difíciles de ver. Como Ordesa.

1– Los excursionistas hacen cola en la parada del autobús que sale de Torla. No hay tantos como para que no nos dejen ver el bosque, pero interfieren mucho. Una vez en Ordesa, los veremos pasar y traspasar con el Parque Nacional de fondo. No sé si ellos nos ven igual a nosotros porque algunos ni saludan.

2– Al parecer, hasta hace 150 años, los viajeros evitaban la desasosegante visión de las montañas bajando las cortinillas de sus diligencias. No es extraño. En aquellas épocas se creía en el hombre como medida de todas las cosas y tanta desmesura resulta inhumana.

Desde Punta Cuta, los torbellinos que forman los estratos que nos rodean recuerdan demasiado su prehistórica eclosión. La fuerza volcánica de un genio como Van Gogh, por ejemplo, se queda en simple fogatica de aliagas frente a la fuerza volcánica que originó todo esto. No se puede mirar durante mucho tiempo sin sentir un cierto vértigo. Para combatirlo, parcelamos y acotamos el paisaje con el visor de la cámara o con los prismáticos, ponemos nombres y etiquetas a los distintos picos y buscamos florecillas entre las rocas.

3– Otra vista de las Tres Sorores. Esta vez desde la perspectiva de una vaca, otra forma de invisibilidad que puede adoptar el paisaje.

4– Los esgrafiados de la siniestra cárcel de Broto (siglo XVI) están enmarcados por gruesos trazos. Sólo un pájaro -con los dos ojos a un lado de la cabeza, como mis caricaturas- carece de marco y parece volar al aire libre.

De momento, estos dibujos tampoco pueden verse.

 

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