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de profesión incierta

Luis Moret

Luis Moret

Escribí este texto para la exposición de Luis Moret, celebrada en la Escuela de Artes de Zaragoza, hace unos años.

 

 

Las reproducciones que ilustran esta catálogo son fragmentos de cuadros sin terminar. Así que, posiblemente, son imágenes que sólo existen ya en estas páginas. Eso, paradójicamente, las hace más vivas.

 Cuando conocí a Luis Moret, me dijo que pintaba nudos. No eran marineros –estábamos en la costa y él ha sido marino– sino gordianos: Una maraña tan rigurosa que no dejaba un cabo suelto y acababa conformando una esfera. Cumplida representación del mundo. Dos nudos juntos, semejaban un mapamundi.

 Un día hizo lo que suele hacerse, d’après Alejandro, con ese tipo de nudos: Cortarlos. El corte horizontal, paralelo a la navaja de Buñuel, convirtió las esferas gordianas en globos oculares.

 Es lo que tienen los cortes –incluido el inglés–, que resuelven un problema y crean otro. Pintar el cine, nieto de la pintura, viene a cerrar otro círculo. Si la famosa escena de Buñuel dura un segundo, hay 24 fotogramas en los que una navaja saja un ojo. La proclividad de Moret hacia las estructuras modulares le permite revelarnos los 24 fotogramas de un golpe.

Y velarlos de un brochazo.

 A los módulos que pinta ahora les llama máquinas. ¿Qué maquina? Quizás sea una forma de introducir la idea de movimiento en su pintura. Al fin y al cabo, Luis es un viajero. Pero, como apuntan los filósofos postmodernos e intuye el pintor, si la pintura se mueve, es únicamente hacia su desaparición. Escenificar esa desaparición es lo único que le permite seguir viva. Moret nos muestra en este catálogo el movimiento simétrico a la desaparición, el de la aparición de la pintura. Pero, como decíamos al pincipio, nos muestra algo que ya no existe. Su propósito, cargado de lucidez, es borrarlo todo, tacharlo con más pintura. De la buena.

 

Una y otra vez... 

 

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