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de profesión incierta

logotipos

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Esta es la contraportada del libro de las Sitiadas.

Y a continuación, un artículo que escribí para la revista Trébede.

 

CENSOR DE LOGOTIPOS

 

Antiguamente, hace treinta años quiero decir, los logotipos se llamaban marcas. Las marcas solían ser comerciales: Netol, Fósforo Ferrero, Lejía Conejo… Las instituciones tenían escudos. Con la llegada de la democracia, cambiaron los escudos por logotipos.

 

Es muy difícil diseñar un buen logotipo. Basta con ver lo que hay por ahí.

Para hacer un buen logotipo se requieren grandes dosis de creatividad. Lo malo es que el resultado no tiene el empaque que pueda tener un retrato, por poner un ejemplo. Es muy difícil explicar que los valores plásticos de un buen logotipo pueden ser muy superiores a los de un mal retrato, al margen del parecido, claro. Es difícil de explicar, sobre todo, a quienes siguen pensando que el tamaño importa. Sin embargo, hay políticos que lo acaban entendiendo.

 

En cualquier caso, un buen logotipo vale lo que cuesta. Un dineral. También están muy bien pagados los plagios, pero sólo si proceden de estudios importantes. Esa es otra historia que complica todo un poco más.

Picasso podía pintar un cuadro multimillonario en un plis-plas, porque los artistas del siglo XX consiguieron convencer a sus clientes de que valorar sus obras por el tiempo invertido en la ejecución, era un criterio mercantil reñido con el arte. Pero el diseñador, cuyo producto es mercantil, debe demostrar que se ha dejado las pestañas en su diseño por muy minimalista que este sea. Para subsanar el posible escepticismo ante su trabajo y justificar su precio, el diseñador de logotipos redacta un libraco de normas de empleo, exhaustivo hasta la náusea. Aparentemente. Después resulta que dan más problemas que soluciones pero esa, así mismo, es otra historia.

Las instituciones que han aflojado la mosca, tienden a creer que sólo cumpliendo estrictamente las normas del dichoso libro justifican el precio que han pagado. De ahí a crear una comisaría que vigile el cumplimiento de la norma, no hay más que un paso. Y lo dan. Nace así lo que Boisset denomina CENSOR DE LOGOTIPOS, un cargo de confianza que se erige en intérprete privilegiado y canónico del libro de uso e impone su férrea disciplina a diestro y siniestro. Se trata de una profesión, como el mismo Boisset advierte, con mucho futuro, dado el carácter obsesivo de nuestra clase política. No se imaginan ustedes las angustias que llegan a pasar ante la posibilidad de que su logotipo no esté situado a 77 milímetros exactos del margen inferior derecho o que su tamaño no sea el adecuado (más grande) respecto a cualquier otro logotipo. El resto del trabajo les importa un pimiento (siempre que no sea de denominación de origen y tenga logotipo propio, en cuyo caso deberá alinearse con los logotipos de los patrocinadores, diferenciando claramente la línea de logotipos de estos de la línea de logotipos de los organizadores, cómo es lógico).

Así que estos representantes de la modernidad, prescindieron de los escudos por antiguos y han acabado confundiendo el diseño con la heráldica y el protocolo.

 

1 comentario

nuriabh -

Si no existieran los manuales de identidad corporativa (según tu unos libros que lían a la gente) cualquier día podrías ver el logotipo de CocaCola en azul, o digamos, al referirte el tamaño, que no se lee lo el texto, por estar el logotipo muy reducido.